31/12/09

Sí, el instante. ¿Y después qué?


"Cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando un suceso cualquiera sea rápidamente accesible en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera; cuando se puedan experimentar, simultáneamente, el atentado a un rey en Francia y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo sólo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad, mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico, haya desaparecido de la existencia de todos los pueblos, entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre como fantasmas las preguntas: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y después qué?"




Introducción a la Metafísica, Martin Heidegger, 1953

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj


"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj."




Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj, Historias de cronopios y de famas, Julio Cortázar, 1962

De lo originario en el pensar


"La idea de que se tiene un suelo firme y seguro bajo los pies cuando el proceso de pensamiento puede ser detenido o interrumpido en un determinado lugar, es un sustituto de la verdad, misma. Ahí me parece que radica hoy el error o falsedad de la pregunta por lo primero y originario. Se dice que tal apoyo es la verdad porque no se confía en pensar consecuentemente la verdad, porque la verdad duele mucho como sostiene un viejo mito, y conocer la verdad por completo hoy, implicaría tocar críticamente determinados presupuestos de nuestra propia existencia real, lo que sería muy desagradable. Por eso esas detenciones, esa reflexión angustiada sobre las consecuencias del pensamiento, se convierten en sustituto de la verdad misma, mientras que antes de que realmente se efectúen esas reflexiones, no importa en absoluto si lo firme y primero es también necesariamente lo verdadero. La legitimación de este planteamiento radica en que se dirige contra la arbitrariedad de cualquier ocurrencia, también contra todo lo efímero que procede efectivamente de la industria de la cultura, por tanto, de todo aquello de que nos alimentamos día tras día, novedades, informaciones, etc., por razones de búsqueda de un beneficio. Todo esto presupone la verdad, siendo así que en realidad es siempre la misma falsedad. Como dice un refrán francés: plus ça change, plus c’est la même chose. En la medida en que la pregunta por un suelo firme se opone a este cambio malo, es legítima tal necesidad, pero como en la actual sociedad se abusa de casi todas las necesidades legítimas y se las pervierte en su contrario, esa necesidad de perforación, a la que sucumbimos en tal actividad, se confunde con el ser necesario, estático, invariable de la cosa en sí misma y con la verdad, considerada como algo firme, inmóvil y permanente."




Terminología filosófica, Theodor L. Adorno,
transcripción de los cursos introductorios del 1962-1963.

28/12/09

Otro modo de enfocarlo


"Tanto si el espacio-tiempo euclídeo se extiende hacia atrás hasta tiempos imaginarios infinitos, como si comeinza en una singularidad en el tiempo imaginario, se nos plantea el mismo problema que en la teoría clásica, de tener que especificar el estado inicial del universo: Dios puede saber cómo comenzó el universo, pero nosotros no podemos dar ninguna razón particular para pensar que comenzó de una forma en vez de otra. Por el contrario, la teoría cuántica de la gravedad ha abierto una nueva posibilidad, en la que no habría ninguna necesidad de especificar el comportamiento en la frontera. No existiría singularidad en la que las leyes de la ciencia fallasen y ningún borde del espacio-tiempo en el cual se tuviese que recurrir a Dios o a alguna nueva ley para que estableciese las condiciones de contorno del espacio-tiempo. Se podría decir: la condición de contorno del universo es que no tiene ninguna frontera. El universo estaría completamente autocontenido y no se vería afectado por nada que estuviese fuera de él. No sería ni creado ni destruido. Simplemente SERÍA.
"




Otro modo de abordar el problema que tratábamos justo en el post anterior; relativamente a lo que se podría decir sobre estos procesos en que se genera una teoría infalseable -necesariamente- del todo, es importante hacer hincapié en cómo ésta es infalseable: a través de su condición constantemente adaptada con tal de que los resultados experimentales se ajusten a ella. Es el intentar -como sea- unificar las teorías físicas de todo lo que ocurre un fantasma ante el cual la lógica conceptual científica se subsume en pro de intentar encontrar -desesperadamente- una solución -aunque tenga que ser con un universo de 11 dimensiones-? A saber; pero lo que sí que es cierto es que parece que ha habido un vuelco del proceso científico a una cierta prisa por llegar a algo concluyente.




Historia del tiempo (A Brief History of Time), Stephen Hawking, 1988.

¿Es plano el mundo, el universo?


"Einstein hizo la sugerencia revolucionaria de que la gravedad no es una fuerza como las otras, sino que es una consecuencia de que el espacio-tiempo no sea plano, como previamente se había supuesto: el espacio-tiempo está curvado, o «deformado», por la distribución de masa y energía en él presente. Los cuerpos como la Tierra no están forzados a moverse en órbitas curvas por una fuerza llamada gravedad; en vez de esto, ellos siguen la trayectoria más parecida a una línea recta en un espacio curvo, es decir, lo que se conoce como una geodésica. Una geodésica es el camino más corto (o más largo) entre dos puntos cercanos. Por ejemplo, la superficie de la Tierra es un espacio curvo bidimensional. Las geodésicas en la Tierra se llaman círculos máximos, y son el camino más corto entre dos puntos. Como la geodésica es el camino más corto entre dos aeropuertos cualesquiera, el navegante de líneas aéreas le dirá al piloto que vuele a lo largo de ella. En relatividad general, los cuerpos siguen siempre líneas rectas en el espacio-tiempo cuadridimensional; sin embargo, nos parece que se mueven a lo largo de trayectorias curvadas en nuestro espacio tridimensional. (Esto es como ver a un avión volando sobre un terreno montañoso. Aunque sigue una línea recta en el espacio tridimensional, su sombra seguirá un camino curvo en el suelo bidimensional.)

La masa del Sol curva el espacio-tiempo de tal modo que, a pesar de que la Tierra sigue un camino recto en el espacio-tiempo cuadridimensional, nos parece que se mueve en una órbita circular en el espacio tridimensional."




¿Es la Tierra plana? ¿Es el universo plano o tridimensional? Tan sólo -quizás- sea cuestión de qué teoría física nos parezca más verosímil. O ni eso. Tan sólo es cuestión de encontrar el sistema estructural de la física mediante el cual es posible -o más cercano- hacer convergir en un único precepto todo lo que ocurre en el universo. Un espacio tridimensional puede ser conceptualmente bidimensional; un espacio cuadridimensional, tridimensional. No es cuestión de 'cómo es tal sistema imaginable', sino de 'cuál de ellos cuadra más con todo lo que hay', 'cuál de ellos da menos problemas a la voluntad de unificar teorías físicas'. El teorema de Gödel sobre la necesaria incapacidad de completitud de lo matemático-físico está presente, pero el intento de unificar la teoría de la física (anteriormente en 4 grandes campos y actualmente ya reducidos a 2, pero aún irreductibles entre sí; haré un post a continuación sobre ello) sigue irrefrenablemente presente. Aún así, no es nada reprochable. ¿Quién de nosotros no busca un 'por qué' de todo?

¿No es, de un modo u otro, lo mismo, el que Cronos atentara contra el miembro de su padre para crear el tiempo, que el Dios cristiano lo creara a dedo o que la singularidad del Big Bang tuviera lugar? ¿No se trata de tres formas igual de válidas -cada una en su propio sistema de mentalidad en una época y lugar dados- de intentar explicar qué es el tiempo y qué singular evento ocurrió para que empezara? ¿No se trata de tres formas de asegurar su continuidad, intentar ver qué pasó para que iniciara su transcurso?

Todas ellas tienen presente que el Tiempo no fue, en un pasado remoto, lo mismo que hoy en día. Ya sea por variación de inamovible a móvil (en el esquema griego, antes del tiempo, hubo una serie de secuencia de eventos, entre Gea, Urano y sus primerizos hijos) como por (en el esquema cristiano, el plantearse el 'antes' de que Dios creara es una cuestión sin alguna importancia) o irrelevanciahonestidad (es, según el esquema físico moderno, imposible determinar qué pudo haber previamente a una singularidad de tales características como el Big Bang).

El caso es que tomemos el camino que tomemos, la duda y el respeto por otras teorías añade ese matiz de riqueza del cuál hablábamos en el post anterior sobre lingüística. ¿Qué teoría es válida? Todas lo son. Es el concepto 'validez' el que ha ido cambiando a lo largo de los tiempos.




La historia del tiempo (A Brief History of Time), Stephen Hawking, 1988

El théoros


"Cuando un hombre sale de sí mismo -geht sich aus- ve a las cosas, a sí mismo y a su propio entorno desde fuera; así nace en él la semilla de la duda. La visión escéptica del mundo, con frecuencia despreciada, es el supuesto necesario para cualquier contribución cultural, pero sólo en el caso de que la duda se transforme en algo positivo. La crítica comunica lo mismo que el dicho "no dejarse llevar por la corriente" y, en su estado más sublime, dudar puede metamorfosearse en su contrario aparente, en amor crítico, perdurable, pues se fundamenta en una base sobradamente comprobada desde diferentes puntos de vista; así como en amor hacia "el pequeño hombre común", que se pone en guardia cuando las formas mecánicas de nuestra vida actual amenazan con destruir la individualidad y la convivencia armónica."




Y es que del hecho que la capacidad de estructurar el pensar humano sea exclusiva del lenguaje se deriva lógicamente que el conocer varios modos de estructurar, diversas modalidades del sistema lengua, la capacidad de organizar, conocer y entender el mundo se multiplica; se añade tanto a la capacidad de entendimiento como de sensibilidad una riqueza en matices y en la mirada sobre todo lo que nos rodea. ¿De ahí que culturas como la mesopotámica hayan sido tan prolíficas, a través de su simbiótico uso del acadio y sumerio? Con ello no querría menospreciar a culturas de una única lengua, lógicamente; quizá es meramente el añadido de una serie de matices impensables cuando se conoce una única estructura lingüística. Claro que, en añadido, faltaría determinar si una 'lengua' es 'una estructura lingüística' o 'todas las lenguas' son 'dialectos' de una 'única estructura lengua', pero hoy no aportaba demasiado tal discusión, en base a la cita del arquitecto-humanista finlandés.




¿Qué es la cultura? (Mitä on kulttuuri), discurso del centenario del Liceo de Jyväskylä, Alvar Aalto, 1958

Muerte


"Muerte.
Nada se destruye, todo se trasforma,
dicen a modo de consuelo.

La materia está en perpetuo cambio.
Y del mismo modo, se añade,
no se pierde la materia del espíritu.

Nuestras ideas no se pierden,

van a fructificar;

dejamos los efectos de nuestra labor.

Cuanto hacemos queda de una manera o de otra.

Todos contribuimos al progreso.

¡ Triste consuelo !

Y mi yo, mi conciencia propia ¿ qué es de ella?,

¿ qué es de mi, no de mi materia?
Si yo desaparezco del todo,
si desaparece mi conciencia personal,

con ella desaparece para mi el mundo.

Si mi yo no es más que un fenómeno pasajero,

un fenómeno pasajero es el mundo en que vivo.

Imposible parece que haya gentes

que vivan tranquilamente

creyendo que vuelve su personal conciencia a la nada.

Después de todo es poco pura

esta constante preocupación mía por mi propio fin y destino.

Es tal vez una forma aguda de agotismo.

En vez de buscarme en Dios, busco a Dios en mi.

Ya no volveré a gozar de alegría, lo preveo.

Me queda la tristeza por lote mientras viva.

He vivido soñando en dejar un nombre,

viviré en adelante obsesionado en salvar mi alma."




Diarios íntimos, Miguel de Unamuno, 1936

La Sala de la Doble Maat


Hoy es día de profundizar sobre religiones en base a lo lingüístico -tema recurrente en el blog, sin duda-. Nos aproximaremos a la concepción y escritura del Juicio de Osiris, (presente en el capítulo 125 del libro de los muertos egipcio) desde una cierta comparativa lingüística respecto a otros documentos similares. Éste, repetido hasta la saciedad en los textos de las pirámides (y de los sarcófagos) a lo largo del Imperio Medio, era el fragmento cúspide de lo que podríamos llamar el proceso ritual que debía seguir el difunto para poder pasar a la vida del Más Allá. Así pues, se tratar de un texto funerario utilizable, simbólicamente, a modo de guía -necesaria y fundamental para el muerto-.


En ésta, se relata como tema principal el cómo ocurre el juicio (una especie de juicio universal cristiano a modo individual, a burdos rasgos conceptualmente hablando) para el muerto y ante quién debe éste comparecer. Se vincula, pues, cada crimen, cada malicia, cada 'pecado' (en lo que sería un vocabulario más próximo al nuestro), a una figura divina, a la figura de un demonio (sin reminiscencias al demonio cristiano, cuidado).


El emplazamiento del juicio, la Sala de las Dos Maat, de la Doble Maat, o de las dos verdades; allí comparecía el fallecido para que se llevase a cabo el proceso de juzgado de su alma. En esta Sala del Más Allá, el Tribunal, compuesto por 42 figuras sobrenaturales (dioses, demonios), juzgaba al difunto de forma pasiva. Jamás encontraremos aquí pues el decir -activo, positivo- del dios egipcio que juzga, sino la mera confesión del fallecido -negativa- posicionándose en contra del haber hecho -en vida- alguno de los actos por los cuales se le -potencialmente- acusa desde las sentencias que más abajo se transcriben.


Los 42 dioses, presididos por la figura de Osiris, en un gélido e incómodo silencio, escuchan, pues, la declaración de inocencia del difunto, consistente en el enunciar (deberíamos atender a la importancia que en este juicio tiene el decir del fallecido en sí mismo, aun el necesario carácter omnicognosciente de lo divino) la completa serie -sucedida a modo ritual- de las 42 sentencias relativas a cada una de las figuras presentes en el fatídico Tribunal. Formulando negativamente todo aquello castigable o moralmente reprochable por la sociedad egipcia (ya fuere desde el atentar contra otros individuos hasta lógicas normas de convivencia social).





Volviendo al análisis meramente lingüístico nos encontraríamos ante un monólogo (I), en el cual se cita indirectamente a todas las divinidades que se postran (II) ante el muerto, hacia las cuales éste debe dirigirse (III) clamando la propia inocencia. Toda sentencia pronunciada -dicha, externalizada oralmente- (IV) es necesariamente en pasado, en tiempo perfecto, terminado (V), puesto que el muerto habla sobre lo que ha hecho o no hecho en la pasada vida. Como punto final, considérese un cierto -posible y ciertamente dudoso- carácter pantomímico del Tribunal en base a la necesaria condición verdadera de lo dicho (ante el infinito conocimiento de lo divino sobre la vida del difunto, ¿sería posible mentir? ¿qué sentido tendría?) (VI).





I. Necesariamente monólogo desde la condición silenciada de lo divino; ésta condición, a priori variable (a nuestros ojos) se convertiría en única vía posible en el momento en que entendemos el juicio desde la imposibilidad del difunto de mentir a la divinidad, y, en consecuencia, la innecesaria réplica por parte de éstos.


II. Aún así, las divinidades están presentes, a modo temible, siendo ellos mismos los jueces del Tribunal. ¿Lo juzgan, pues, desde su mera presencia -aun su silencio-? Una nota que aquí querría añadir surge desde el hecho de que en múltiples representaciones de esta escena no aparecen todas las 42 divinidades. Se suele explicar en base al tamaño descomunal que tal escena adoptaría en caso de su total representación, pero falta aún estudiar más detalladamente si la falta de uno u otro dios tiene otra explicación menos 'porque no me cabían todos'. En especial, el vínculo de cada divinidad a una de las 42 regiones egipcias, es claro, pero aún falta por determinar por qué a cada una se le asociaba un concreto crimen. ¿Razón histórica asociando a ciertas zonas ciertos crímenes? Dicho así, rebosaría prejuicios.


III. Véase que no se trata en ningún caso de representaciones de la divinidad sino de la divinidad misma (aún así deberíamos recordar al lector que lo que nosotros vemos -a ojos modernos- como una 'escultura' de un dios egipcio, de un dios griego, a ojos antiguos esto no era necesariamente así. Otro día intentaré encontrar algún fragmento desde el que se pueda ver ésta diferencia.


IV. El carácter obligado de pronunciar, de decir lo hecho, le da un carácter físico, real, al juicio. No consiste éste en nada parecido a un acto de magia desde el cual se determina quién es bueno y quién no (más similar a la concepción cristiana del juicio final); es un juicio en toda regla, en que el -potencial- acusado defiende su inocencia.


V. Se trata, pues, de enunciar un 'sujeto', un 'individuo', desde sus actos en vida, justo en el momento en que éste ya no puede modificar nada. Es así como puede, también en la mentalidad griega, entenderse al individuo: como proyecto -necesariamente inconcluso en vida- de ser. Se es justo en el momento en que ya no se puede variar lo ya-hecho. Uno es capaz de tematizar algo, de hablar de algo, cuando éste, en tanto que figura, es cerrada, conclusa.Podríamos añadir una comparativa aquí -ya bastante conocida- sobre cómo se dicen los mandamientos cristianos y cómo éstas sentencias egipcias. Los mandamientos cristianos se proclaman en futuro, dichos por la divinidad -de forma indirecta, a través de Moisés- hacia el humano, no al revés. Además, éstas sentencias cristianas están en futuro (No matarás) a diferencia del pasado utilizado en las egipcias (No he matado). Un día desarrollaré este tema, lo encuentro muy interesante para avanzar en el conocimiento de cómo se entiende para una y otra tradición la muerte, la culpa y el castigo.


VI. Visto así, ¿no sería el acto del juicio -como ya se ha dicho- innecesario? Podríamos preguntarnos ¿qué sentido hay en enunciar lo que uno ha hecho cuando el juez ya lo sabe? ¿Es cuestión de reconocer lo que uno ha hecho? ¿O lo es de ser sincero con uno mismo? ¿A quién engañar, sino es a uno mismo mintiendo sobre los propios actos en vida? ¿Sería posible no titubear al mentir a la divinidad? Y, en sentido estricto, estableciendo un paralelismo -cognoscitivo- entre lo que sabe uno y lo que sabe el dios sobre uno (lo mismo), ¿Sería posible no titubear al mentir a uno mismo? ¿No se trata, pues, esta 'enunciación' de lo hecho -y, en principio, de lo no-hecho- de aquel carácter sólido, fuerte y valiente necesario para afrontar el Más Allá (sea lo que fuere)? ¿No creéis que no hay sino reconocerse a uno mismo, en lo bueno y lo malo, en describirse y relatarse a uno mismo como proyecto ya-cerrado, ya-concluso?





"¡Oh (tú), El que camina a grandes zancadas, que sales de Heliópolis! No cometí iniquidad.

¡Oh (tú), El que oprime la llama 10, que sales de Kheraha! No robé con violencia.
¡Oh Nariz divina, que sales de Hermópolis! No fui codicioso.
¡Oh Devorador de sombras, que sales de la caverna! No robé.
¡Oh El de rostro terrible, que sales de Re-stau! No maté a ninguna persona.
¡Oh Ruty, que sales del cielo! No disminuí las medidas (de áridos).
¡Oh El de los ojos de fuego, que sales de Letópolis! No cometí prevaricación.

iOh Incandescente, que sales de Khetkhet!. No robé los bienes de ningún dios.
¡Oh Triturador de huesos, que sales de Heracleópolis! No dije mentiras.
¡Oh Espabilador de la llama, que sales de Menfis! No robé comida.
¡Oh El de la caverna, que sales del Occidente! No estuve de mal humor.
¡Oh El de los dientes blancos, que sales de El Fayum! No transgredí nada.
¡Oh El que se nutre de sangre, que sales de la sala de sacrificio! No maté ningún animal sagrado.
¡Oh Devorador de entrañas, que sales de la Casa de los Treinta"? No fui acaparador de granos.
iOh Señor de Justicia, que sales de Maaty! No robé pan.
iOh Errante, que sales de Bubastis! No me entrometí en cosas ajenas.
¡Oh Pálido, que sales de Heliópolis! No fui hablador.
iOh Doblemente malvado, que sales de Andjty! No disputé nada más que por mis propios asuntos.
¡Oh Uarnernty, que sales de la sala del juicio! No tuve comercio (carnal) con una mujer casada.
¡Oh El que mira lo que trae, que sales del templo de Min! No forniqué.
iOh Jefe de los Grandes (dioses), que sales de Imu! No inspiré temor.
¡Oh Demoledor, que sales de Huy! No transgredí nada.
¡Oh El confidente de disturbios, que sales del Lugar santo! No me dejé arrastrar por las palabras.
¡Oh El Niño, que sales de Heqa-andj! No fui sordo a las palabras de la Verdad.
iOh El que anuncia la decisión, que sales de Unsy! No fui insolente.
iOh Basty , que sales de la Urna! No guiñé el ojo.

¡Oh El de rostro vuelto, que sales de la Tumba! No fui depravado ni pederasta.
¡Oh El de pierna ígnea, que sales de las regiones crepusculares! No fui falso.
¡Oh Tenebroso, que sales de las Tinieblas! No insulté a nadie.
¡Oh El que aporta su ofrenda, que sale de Sais! No fui violento.
¡Oh Poseedor de varios rostros, que sales de Nedjefet! No juzgué precipitadamente.
iOh Acusador, originario de Utjenet! No transgredí mi condición (hasta el extremo) de encolerizarme contra dios.
iOh Señor de los dos cuernos, que sales de Assiut! No fui hablador.
¡Oh Nefertum, que sales de Menfis! Estoy sin pecados, no hice el mal.
iOh Tem-sep, que sales de Busiris! No insulté al rey.
¡Oh El que actúa según su corazón, que sales de Tjebu! No he pisado el agua.

¡Oh Fluido, que sales de Nun! No hablé con soberbia.

¡Oh Regidor de los hombres, que sales de tu Residencia! No blasfemé contra dios.
¡Oh Procurador del bien, que sales de Huy! No me comporté con insolencia.
¡Oh Neheb-kau, que sales de la Ciudad! No hice excepciones en mi favor.
¡Oh El de Cabeza prestigiosa", que sales de la Tumba! No acrecenté mi riqueza, sino con lo que me pertenecía en justicia.
¡Oh In-dief, que sales de la Necrópolis! No calumnié a dios en mi ciudad."




Capítulo 125 del Libro de los Muertos egipcio, Papiro del escriba Hunefer. XIX Dinastía, (finales del siglo XII aC), Tebas (en la colección del British Museum. EA 9901/3)

25/12/09

Cómo hacer un concepto


Es gracioso -para mí- cómo a veces se usa el vocablo 'concepto' de una forma tan alejada al universal que reúne un variopinto conjunto de parámetros y descripciones bajo una unidad. Se evita bastante, hoy en día, asimilar que el concepto también tiene su vertiente sensible, su 'pluralidad perceptiva', en pro de la 'unidad de concepto'. ¡Si se trata de lo mismo, de las dos caras de la misma moneda! No hay 'en pro de la unidad' ni 'en pro de la pluralidad', cuando se refiere uno positivamente a lo que conscierna a la presencia o existencia de concepto.

Igualmente, me pareció interesante este análisis que Kant hizo en sus cursos de lógica (recopilados en 1800), sobre cómo se pueden generar conceptos; axiomáticamente, y a varios niveles, querría centrarme en la comparación, en la contrastación: en este caso, serían la contrastación entre representaciones, la contrastación entre representación y facultad de conocer, y, por último, la contrastación entre facultades del conocer en sí. Pero ya avanzaremos algún día más en este campo. ¡Hoy no hay tiempo...!





"Los actos lógicos del entendimiento por los que se generan conceptos según su forma son:

1) La comparación, esto es, la contrastación mutua de las representaciones en relación a la unidad de la conciencia;

2) la reflexión, esto es, la consideración de cómo representaciones diversas puedan comprehenderse en una conciencia; y finalmente,

3) la abstracción o separación de todo aquello en lo que difieren las representaciones dadas."




Lógica (Logik), capítulo IX, p.94, Immanuel Kant, 1800

La unidad de la razón


De la voluntad axiomática de la idea de la razón en el siglo XVIII surge cierto esquema, cierta estructura mental de inamovible jerarquía, aún presente hoy en día. Aún así, en este pequeño fragmento -y en otros-, Immanuel Kant expone la irreductibilidad de lo cognoscitivo a priori y de lo cognoscitivo "a posteriori", lo sensible, lo empírico. Tal como se introducía -en lo que precede y en lo que procede- la Crítica de la Razón Pura, del hecho de que haya o pueda haber una voluntad necesaria -en el humano- de categorizar, axiomatizar, generar estructuras a priori para entender el mundo, de ahí no se desprende que deban ser ellas las que, una vez pensadas, una vez enunciadas, a priori tengan que generar el mundo y las cosas que en él se encuentran.

El que nosotros necesitemos leyes para esquematizar lo complejo, vivo y empírico que nos rodea no quiere decir que sea tal el 'requisito' de la misma naturaleza, de lo complejo, vivo y empírico. Con ello, querría comentar esta ambivalencia temporal-causal: a veces nos ofuscamos, nos obsesionamos en el encontrar un '¿por qué?' a algo que ocurre; la voluntad de axiomatismo racional que dentro de nosotros mueve -en mayor medida- el proceso de conocer quizá nos haga querer desear el 'encontrar ley en todo', el 'tenerlo todo clasificado, categorizado y en su sitio'. Con ello nos es más fácil asimilar el mundo. Pero ahí, creo, podemos sufrir un cierto engaño; del hecho que determinemos o intentemos expresar leyes que concuerdan -a modo de hipótesis- con lo que ocurre físicamente en lo que podemos percibir, de ahí no se deriva que éstas sean las leyes 'gobernantes' de lo que ocurre en lo que nos rodea. Lo a priori no precede a lo sensible, sino es una mera forma -idealmente cómoda- de clasificar lo ocurrido como cognoscible, ya sea por comparación, reflexión o abstracción. Pero lo que es en el mundo, no son las leyes, sino las cosas: sus relaciones y sus caracteres físicos y sensibles.

Considero que el ansia de conocer y la 'seguridad unitaria' que nos ofrece la razón nos hace, con ésta, arrollar y devastar otros posibles modos de entender, de asimilar de una forma más rica, polisémica, lo que nos rodea. Es evidente, ya digo, que nos sería inconcebible entender el mundo míticamente y no físicamente -es más, con la física moderna newtoniana y einsteiniana-, pero con ello siempre nos reducimos a un sistema cognoscitivo.

De ahí del que este blog exista quizás. Me interesan otros sistemas -de otros tiempos, sí- cognoscitivos. Otras maneras que ha habido de pensar el mundo, el qué hacemos aquí, el por qué estamos aquí y el qué es esta infinidad de cosas y entes desconocidos que nos rodean.





"La unidad de la razón es la idea de un sistema, y tal unidad sistemática no sirve objetivamente a la razón como principio para aplicarlo a los objetos, sino subjetivamente como máxima para extenderla a todo posible conocimiento empírico del objeto. No obstante, la conexión sistemática que la razón puede dar al uso empírico del entendimiento no sólo garantiza su ampliación sino también su corrección; el principio constitutivo de algo meramente regulador y como máxima para descubrir y asegurar, mediante la obertura de nuevos caminos que el entendimiento desconoce, el uso empírico de la razón hasta lo infinito (indeterminado), pero sin contradecir nunca en lo más mínimo las leyes de tal uso empírico."





Crítica de la Razón Pura (Kritik der reinen Vernunft) A/§680, Immanuel Kant, 1781.

El decir de ayer


Este blog sigue en relación directa al anterior, y el fragmento de texto adjunto, se posiciona por comparación y contradicción al anterior. Sin éste, la comparación queda coja y desequilibrada.

Lo que en este lado de la balanza conscierne, en interés, en relación al lenguaje y, más profundamente, a la esencia de éste y al modo de ver el mundo desde uno u otro lenguaje (¿Cómo vemos, sino, el mundo, si no es a través de nuestra estructura lingüística mediante la cual ordenamos, categorizamos y jerarquizamos?) es algo claro, indudable e indiscutible.

Pero hay algo más que querría comentar al respecto de esta 'nebulosa polisémica', 'constelación semántica', de los sumerogramas, de cada uno de los signos de escritura cuneiforme y sus múltiples y varios significados.

¿No es así, como, en realidad, funciona nuestra mente? Es decir; ¿no es a partir del relacionar una cosa con otra, un sentir con otro, un pensar con otro, el proceso desde el cual nos es más fácil y directo pensar, sentir, hacer? ¿No tiene ello lo más básico, lo estructuralmente más sencillo y primario, del 'cómo vemos y entendemos el mundo'? Porque, a decir verdad, todo el perifollaje estrafalario que a veces requerimos, a nivel lingüístico, para expresar una relación entre una idea y otra a partir de metáforas, segundos sentidos, cuestiones indirectas, ... no son la posibilidad -con todas las diferencias habidas y por haber, no lo dudemos- permitida por esa riqueza semántica en 'nebulosa', en 'constelación' de los lenguajes de la antigua Mesopotamia?

Me refiero a que considero que del hecho de que pudieran haber tantísimos significados vinculados a cada signo, parece como si se pudiera desprender más directamente el que, en el momento en que quiere decirse un "algo", un significado concreto, puedae seguir yaciendo como base la omnipresencia de todos los otros significados no ajenos al nombre, al signo.

El que, al leer -por ejemplo- una idea, pudieran estar presentes al mismo tiempo y espacio, todo el conjunto (o todo un conjunto) de ideas relativas, parecidas, que nos evoquen a otros campos, pero vinculadas o próximas a la idea que principalmente queremos sugerir... ¿No se parece esto -a veces- a los procesos que utilizamos para intentar entender el mundo, el arte, lo que desconocemos...?





"No era así, en absoluto, entre los antiguos mesopotámicos. Recordemos no solamente que ellos crearon su escritura (y quizás, simplemente, la escritura), sino que el primer estadio de ésta, la primera forma que tomó al nacer, fue la pictografía. Pero, la pictografía no era una escritura de palabras, ya que ignoraba, como tal, todo fonetismo, sino una escritura de cosas. Transcribía directamente estas últimas mediante croquis o figuras convencionales que eran, igualmente, cosas, ya que, directamente o no, los objetos materiales eran reconocibles en ellas. Incluso después de la invención del fonetismo, es decir, de la posibilidad de despojar a esos croquis de su significación objetiva para fijarlos en el puro agrupamiento de fonemas que constituían el pronunciado de la cosa en la lengua habitual, el sistema cuneiforme jamás abandonó sus hábitos originales y básicos de referencia inmediata a las cosas; e incluso sus fonogramas nunca perdieron de vista que no eran, a fin de cuentas, sino pictogramas despojados de su contenido objetivo, en beneficio únicamente de su valor fonético, que podían, por lo demás, reencontrar en cualquier momento, como lo demuestra elocuentemente el "análisis lógico" de los "nombres" [...].

He aquí por qué, respecto a los antiguos letrados de Mesopotamia, la escritura era radicalmente concreta y realista: lo que se escribía, no era, en absoluto, la palabra, el nombre pronunciado de la cosa, sino la cosa en sí misma, provista de un nombre, ciertamente, pero inseparable de ella, confundido con ella, como acabamos de recordar. Y ese nombre escrito, similar a la cosa, constituía un dato material, concreto, másico, comparable a una sustancia de la que cada porción, aunque fuera la más pequeña, contenía todas las virtudes del conjunto, como el más pequeño grano de sal tiene todas las propiedades del bloque más pesado. También se le podía explotar, tanto como a la propia cosa: escrutarlo como a ella, analizarlo, reducirlo a sus elementos, y hacer así surgir de alguna manera todo cuanto tenía de realidad y de inteligibilidad de la cosa.

Las operaciones mentales, mediante las cuales se efectuaban estos análisis, estos exámenes, estos progresos en el conocimiento, estos "razonamientos (como se les piede llamar) por términos intermedios" que permiten pasar, de un mismo sumerograma escrito, a diversos sentidos cercanos, cuyo cúmulo enriquecía el conocimiento del sujeto del nombre, no pueden ser igualmente admitidas, comprendidas, juzgadas no absurdas, no puede ser percibida su racionalidad, más que si se las coloca en la misma perspectiva realista de la escritura. La plurivalencia de los signos, su polisemia, como dicen los lingüistas, se remonta, en efecto, a la pictografía original, como se ha recordado anteriormente, y a la obligación de constituir alrededor de cada uno toda una "constelación semántica" fundada, una vez más, en las propias cosas y sus interrelaciones, reales o imaginarias."




Escritura y dialéctica, o progreso del conocimiento; Mésopotamie. L'écriture, la raison et les dieux, Jean Bottéro, 1987.

El decir de hoy


Seguiremos con los análisis de dos modos de decir, más allá de lo meramente fáctico, discerniendo entre la mera 'casualidad' de la palabra fonéticamente anclada al lenguaje, en un decir 'de hoy', 'moderno', y, próximamente, el 'necesario' arraigo de la palabra como escritura de la cosa misma, en un decir 'de ayer', para el mundo mesopotámico y su temible escritura cuneiforme.




"Se sabe de antiguo que el nombre [para los mesopotámicos] no era, en absoluto, lo que es para nosotros, un epifenómeno, un puro accidente extrínseco a la cosa, un flatus vocis, simple conjunción arbitraria de una relación de significación con un agrupamiento de fonemas. Muy al contrario, aquellas gentes estaban persuadidas de que el nombre tiene su fuente, no en el que nombra, sino en la cosa nombrada, de la que es una emanación inseparable: como la sombra, el calco, la traducción de su naturaleza.

Tanto que a sus ojos, "recibir un nombre" y existir (evidentemente: según sus cualidades y la presentación que denota ese nombre), era una misma cosa. El primer dístico de la Epopeya de la Creación (I, 1-2):

Cuando, allá arriba
el Cielo no estaba (todavía) nombrado

(Y) aquí abajo, la Tierra
no había sido llamada con un nombre

[...]

Para nosotros, la escritura, totalmente alfabetizada, es decir, basada en el análisis fonético de la palabra que lleva hasta sus elementos irreductibles, tiene como función primera la de fijar materialmente lo que, como palabra pronunciable, no tiene más que una existencia transitoria y, como concepto significado, más que una realidad intramental e incorporal. La escritura nos sirve, pues, ante todo, para conferir una existencia objetiva y duradera a la palabra, la cual traduce nuestro pensamiento, nuestra visión de las cosas. Desaparece ante la palabra y lo que representa la palabra: no es nada sin ella y no le añade nada, si no es la materialidad y la durabilidad."





Escritura y dialéctica, o progreso del conocimiento; Mésopotamie. L'écriture, la raison et les dieux, Jean Bottéro, 1987.

Los 5 ciegos, Andréi Rubliev


Cuán difícil es el entender lo estético desligado de lo visible, si no es que se trata de música -desde el oído-. Y más aún cuando toda referencia posible a un espacio imaginado pasa por el suculento y tentador filtro del recuerdo -visible-. Eso sí, qué maravillosa distinción entre los que una vez vieron y los que no: "
el eterno espacio negro, un mundo lleno de sonidos, olores y repleto de una enorme cantidad de objetos invisibles e indescriptibles, superfícies y cuerpos con volumen". Es más, -diría yo-, ni el eterno espacio negro, más que el eterno contínuo, sin contrastes ni límites. ¿Pues qué es, para el ciego que no conoce otro color, el negro? ¿Qué es, para el que no puede oír, aquello que no sea silencio? Tengo siempre en mente, desde ya hará unos años, esta idea del contraste como base de todo juicio estético. Y, aunque así no fuera, sería base, por principio, de toda percepción, de toda asimilación sensitiva de un ente, de la asociación de todo un conjunto de percepciones a una unidad concreta -una unidad limitada, esto y no eso, aquello que ya no es esa otra unidad-. Pues asociamos lo que percibimos, lo reunimos en formas, en volúmenes y superfícies, las contrastamos entre ellas. ¿Qué manera hay, sino, de discernir, de limitar, de re-conocer una cosa como ella misma y no como aquella otra?

Aunque, desentendiéndonos, de nuevo, de este carácter -casi diría necesario- del proceso humano del percibir -como base para conocer-, me parece bonita la posible asociación metafórica de todo lo que uno ve, todo lo que uno -subjetivamente, ni que sea en base al recuerdo- entiende, imagina, a partir de algún tipo de pequeña descripción.

Empezar un relato, por ejemplo, con el sintagma 'bajo un fresno' nos será tan distinto en base a nuestras pasadas experiencias que el sinfín de relaciones, percepciones asociadas a ello, sentimientos y pensares que a él se podrían anejar, que me pregunto qué posibilidad en genérico tiene un autor de hacer entender como él quiere, de hacer sentir algo que él siente, a través de un texto, a un lector.

¿No es, de nuevo, encontrarnos con la imposibilidad de traducción? ¿Con la imposibilidad de desplazar una imagen mental a un lenguaje que para nosotros quiere decir A pero cuya lectura, por parte de otro sujeto, podría querer decir A'?

Quizá quita esto 'seguridad' al autor para expresar lo que quiere, pero... ¿No será válido también a nivel -meramente, en lo pragmático- lingüístico aquello de que el artista sólo hace el 50% de la obra y el resto lo hace el público?




"A principios del verano, por el camino liso y apisonado que se extiende a través de una infinita llanura arada, marchan en fila cinco ciegos. Cuatro de ellos son los artesanos cegados en otro tiempo por el Gran Príncipe. Delante agarrado a un muchacho-lazarillo de pelo rizado, va el artesano mayor, ya muy viejo, y tras él, agarrado al borde de la camisa, sigue el ex cantero tartamudo Mitiái, y tras Mitiái, su hermano; un joven desconocido con los ojos turbios e inmóviles se agarra a un bastoncillo que lleva el anterior. Cierra la comitiva Gleb, el artesano que le pidió a Rubliov el puñado de añil.


En torno al infinito camino reina un ambiente melancólico y triste.

- Misha, ¿por dónde vamos? -pregunta el maestro.
- Por el camino... -responde con desgana el lazarillo.
- Por el camino, dice... ¿Por qué camino?
- Pues por un camino... Por un camino duro -responde Misha, que no quiere hablar.
- ¿Me podrías contestar como es debido, o no? ¿O es que se te ha pegado del todo la lengua? -replica enfadado el mayor.
- Pues eso, un camino largo, recto, un camino duro... -se obstina en su actitud el muchacho.
- ¿Y nada más?
- Nada más. ¿Qué más quieres?
- De manera que vamos por un lugar despoblado, ¿no es así? -pregunta rabioso Gleb.
- Así es -responde convencido el lazarillo.
- ¡No paras de mentir, muchacho! -responde burlón Gleb.
- De acuerdo, he mentido -admite airado el muchacho-. A la izquierda hay un río.
- ¿Qué río? -los ciegos se animan y en sus caras asoma una sonrisa.

De manera inesperada para él mismo, el lazarillo empieza a fabular:

- Un río profundo, profundo y lento, y al otro lado del río...¡Vaya, lo que hay al otro lado!
- ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué hay? -resuenan de pronto varias voces impacientes.
- ¿Cómo que qué? -sonríe el muchacho-. Pues unos arbustos.

El mayor camina derecho, alzando la cara hacia el cielo, y su imaginación le dibuja un río visto hace mucho tiempo, en su infancia, un riachuelo tranquilo y no ancho, cubierto de nenúfares, unos sauces enormes y grises en la otra orilla y un sendero que asciende hacia arriba, a una colina, por la que se mueve lentamente una campesina con dos cubos llenos en una percha, con un sarafán de paño burdo, y la orilla del río se ve cubierta de arbustos y lúpulo trenzado.

Mitiái, sonriendo, marcha con la cabeza caída y parece que desde un barranco bien alto ve un río poderoso, de aguas caudalosas, con una isla alargada en medio, cubierta de espeso bosque sobre el que se eleva el humo de una hoguera, y el agua cubierta de ondas grisáceas al lado de un recodo, junto a la baja orilla opuesta, donde se levanta una aldea envuelta en humo y fuego...

En cambio el hermano de Mitiái no ve ningún río... Ve a una niña con la cara mojada de lágrimas que se encuentra en medio de un sendero y corre por un pinar joven envuelto de telarañas que se iluminan por la luz del sol; la niña despide a los artesanos en su marcha a Zvenígorod, y las lágrimas le corren a mares, y el muchacho se aleja con todos cada vez más lejos, y la muchacha se torna cada vez más diminuta, cuando de pronto el camino tuerce bruscamente a un lado y la niña cuebierta de lágrimas desaparece tras los árboles...

En cuanto al muchacho de los ojos ciegos blancos, él ve... El muchacho no ve otra cosa que el eterno espacio negro, un mundo lleno de sonidos, olores y repleto de una enorme cantidad de objetos invisibles e indescriptibles, superfícies y cuerpos con volumen. El muchacho es ciego de nacimiento.

Gleb marcha detrás de los demás, con la cabeza levantada y recordando el río cegador, transparente y muy rápido, tan transparente, que su fondo cubierto de guijarros parece completamente blanco, y los arbustos negros sobre la orilla opuesta, arenosa y prolongada, por la cual, abriéndose camino en los arbustos, desciende hacia el agua un rebaño de caballos; el primero en meterse en el agua es un potrillo que, abriendo sus finas patas, bebe con avidez levantando de vez en cuando la cabeza y dejando caer en el agua helada unas gotas pesadas y llenas de sol.
"





La Peste (segunda parte), Andréi Rubliov -Guión Literario-, Andréi Tarkovsky, 1966

Ciudades posibles


Hacía días que tenía este blog en latencia. A veces ocurre que, tal como decía Tolstoi en su 'Confesión', uno pueda tener ganas de enseñar, pero aun así, si somos honestos, tiene -o tendría- que estar seguro de qué puede saber hacer, qué puede saber con tal de que otros lo quieran o puedan aprender. No se trata de generar una página de internet rebosante de fragmentos de texto para aparentar ser lo erudito que uno no es; se trata meramente de exponer aquellas pequeñas secuencias de texto -o no tan pequeñas, disculpadme por la 'transcripción' anterior sobre el decir griego- que, de una u otra forma, me hayan interesado y, con ello, hecho aprender algo, hecho ver de otro modo lo que nos rodea o, llegando a la abstracción del asunto, hecho modificar la sensibilidad de uno respecto al conjunto real, sensible, que nos aporta la posibilidad de ser (de tender al 'Dasein' de Heidegger) en el mundo.

Hoy me interesó leer este fragmento: un pequeño relato de Calvino que me hizo pensar en la ambivalencia y contemporaneidad de ciertos elementos a priori contrapuestos en la evolución de las ciudades; a la vez encontramos exactitud, precisión y casualidad 'casual', ante una ínfima e improbable probabilidad matemática; por otro lado, la tradición, el avance brumoso de lo uno a lo siguiente, lo más férreo e contínuo, históricamente hablando, de este largo y lento proceso de influencias, herencias y tiempo.





"En el centro de Fedora, metrópoli de piedra gris, hay un palacio de metal con una esfera de vidrio en cada aposento. Mirando el interior de cada esfera se ve una ciudad azul que es el modelo de otra Fedora. Son las formas que la ciudad hubiera podido adoptar si, por una u otra razón, no hubiese llegado a ser como hoy la vemos. Hubo en todas las épocas alguien que, mirando a Fedora tal como era, imaginó el modo de convertirla en la ciudad ideal, pero mientras construía su modelo en miniatura Fedora ya no era la misma de antes y lo que hasta ayer había sido su posible futuro ahora sólo era un juguete en una esfera de vidrio.


Fedora tiene hoy en el palacio de las esferas su museo: cada uno de sus habitantes lo visita, escoge la ciudad que corresponde a sus deseos, la contempla imaginando que se refleja en el estanque de las medusas que debía recoger las aguas del canal (si no lo hubiesen secado), que recorre subido a lo alto del baldaquín la avenida reservada a los elefantes (ahora proscritos de la ciudad), que se desliza a lo largo de la espiral del minarete en caracol (que no volvió a encontrar la base desde donde se levantaría).

En el mapa de tu imperio, oh Gran Kan, deben encontrar su sitio tanto la gran Fedora de piedra como las pequeñas Fedoras de las esferas de vidrio. No porque todas sean igualmente reales, sino porque todas son sólo supuestas. La una encierra todo lo que se acepta como necesario cuando todavía no lo es; las otras lo que se imagina como posible y un minuto después deja de serlo.
"





Las ciudades Invisibles, Las ciudades y el deseo, capítulo 4, Italo Calvino, 2002.