15/1/10

Oración a la lluvia



Aquí las palabras -externalizadas, pronunciadas- sobran ante la belleza de tales imágenes. Una real sucesión de planos, sin pasar nada por alto, aunque tampoco atacando al que ve la película con un plano tras otro, sin tener capacidad sensitiva de percibir la imagen misma de cada instante, -y poderla vincular a la experiencia de uno mismo-, de forma maquinal (como es habitual que ocurra hoy en día, aunque no sea necesario explicitarlo), para impresionar. Una curiosa evolución en la historia de las artes, la del espectáculo y el impresionar, o tener que sentirse por encima no ya por belleza, perfección, duda, descolocación o contraste, sino por el mero abalanzarse sobre el que quiere ver para cegarlo, para que en ningún momento tenga la calma posible como para ver.




Oración a la Lluvia
, Sergei Eisenstein, 1929.

Tarkovsky on art




Lo que Andrei Tarkovski comenta en este vídeo es, quizá, una de las bases más profundas de este blog. No sé yo si éste es para que lo lean más o menos individuos o para, alejándome de una pereza habitual en día de hoy, poder aproximarse a uno mismo. Y si bien es cierto que el hacerlo público tiene un posible y peligroso punto de querer valerse al mundo al enseñar, al mostrar 'conocimiento', tan sólo veo la posibilidad de compartir aquello que me ha ayudado a desarrollar una cierta sensibilidad de espíritu. Eso sí, evidentemente dando por supuesto que no se trata de nada universalizable, puesto que, tal como se comenta en el vídeo, poco puede entender uno más que la propia experiencia. La propia experiencia, no más. Lo otro nos es externo, ajeno.

Aun así, no negaré que la voluntad "archivista" de fragmentos que me hubieran parecido interesantes para seguir mi camino adelante no deja de pretender, en cierta medida, la ínfima posibilidad que ello pueda producir -creo que positivas- variaciones (almenos para mí lo han sido) del poder aprender sobre el por qué, el cómo y el quién somos.

Como coletilla final, a modo casi de postdata, recordaré a Tolstoi, en su "Confesión", en que comentaba el malestar que tuvo durante años por una cierta e irrefrenable ansia de enseñar, cuando,por otro lado, no sabía qué podía él enseñar. Y, sin duda, si uno no sabe qué sabe, tiene que tener dudas acerca de qué o cómo enseña (ese algo) a otros individuos.

¿Qué sé? ¿Qué puedo decir? Bien poco, por el momento; tan sólo comentaros lo que me sugieren estos fragmentos que, con tiempo, calma y ganas, voy recopilando.




Entrevista - Documental sobre Andrei Tarkovsky.

2/1/10

Ecs-periencia


"Un experto es una persona que ha cometido todos los errores que se pueden cometer en un campo determinado"




¿O es que ya no recordamos qué es lo que significa saber? ¿No es conocer algo sino categorizarlo, asimilar algo como A, y no como no-A restante? Y, en este sentido, ¿no os ocurre que, en cuanto reafirmáis algo como tal, más profunda y lícitamente, de una forma más segura, estáis más seguros del poco conocimiento que tenéis sobre la cosa misma? Es decir, en la medida en que profundizamos en A, en la medida en que -kantianamente re-conocemos algo en tanto que figura, concepto- no nos aparece más la inseguridad de que, por mucho que sigamos en tal camino, seguirá la indeterminación absoluta que a priori teníamos sobre ese A en cuestión?

Es más, ¿no es el rechazo al error el más claro y sutil síntoma de una sociedad cuya capacidad de duda o apego de saber se acerca necesariamente a lo mínimo? Quizá no se vea fácilmente así, pero en mi opinión, equivocarse, errar, es, no tan sólo humano, como dice el dicho, sino un camino seguro para conocer, para saber. ¿Cómo llegar -por vía directa- a A si no hemos negado previamente que no se trata de B, C, D, etc.? ¿No se trata el camino del errar incansablemente el de ir enfocando y aproximándose a la cosa misma, sea cual sea?




Escritos, Niels Bohr.

La escritura del Dios


¿Qué es un sistema lingüístico y en qué consistiría, en la omnisciencia de la divinidad? ¿Tendría sentido alguno nombrar las cosas por un nombre? ¿Sería quizá dar continuidad al creer mesopotámico desde el cual el nombre no es un conjunto abstracto de fonemas a los cuales asignamos la unidad palabra y con el cual designamos la cosa, sino que el nombre surge, emana, de la cosa misma, es parte de él? ¿No sería, pues, la lengua desde la cual cada nombre pudiera ser divisible tal como la cosa misma (para ser analizada)? De ahí de la importancia 'etimológica' del análisis de la palabra en el mundo antiguo. No se trata exactamente de etimología, pues esta presupone el origen de una palabra en la existencia previa de otra de la cual la segunda surge o tiene origen, sino que se trataría de ver cómo el hecho que el nombre y la cosa tengan el mismo origen hace que, a todo punto de ver, sean lo mismo.




"No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel texto. Gradualmente, el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que el enigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios, toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo, la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria. Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra y en esa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y cuanto puede comprender un lenguaje, son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo."