10/11/10

Silencio y grito


Y del grito silente lleno de horror, pánico. Este momento de la película de Bergman (así como algunos momentos de la película de Persona) siempre me trae -superficialmente- a la cabeza la imagen del grito (Skrik) de Edvard Munch, pero también la obra de Judith matando a Holofernes de Artemisia Gentileschi. El instante de terror inabarcable, ilimitado, ante la muerte es aquello que, en definitiva, todos y cada uno de nosotros, podemos tener en común. ¿Será lo único que en esencia podemos tener por seguro? ¿O hay más? ¿Hay más en esencia profunda equivalente en todos nosotros que el ser-limitados, el vivir-un-lapso-de-tiempo?




Silencio (Tystnaden),
Ingmar Bergman, 1963

Beuys y el coyote


¿En qué podría consistir el que un artista se cerrara tres días en una jaula dentro de un museo con un coyote, vestido de chamán, oculto bajo ropajes? Quizá la pregunta debería mutar a algo así como ¿En qué podría consistir el que del hacer esta Acción -como dice el mismo Beuys- se derive el que ahí ha habido creación artística? ¿En qué consiste el hecho de que a lo largo del siglo XX el arte y su relación con lo bello haya sido -en apariencia- abducida y sustituida paulatinamente por actos inexplicables, de aparente locura -almenos parcial-? Esta respuesta tiene que ser analizada con mucho más detenimiento que un minso post de madrugada. Ya lo intentaré hacer. La pregunta a la que hoy nos encaramos no sería tanto el en qué consiste que se produzca ese abismo, ese salto, entre lo considerado como "arte del pasado" y "lo de hoy en día" (que muchos dudan o titubean -y con cierta/certera razón- al tener que tildar, nombrar, con la denominación de arte), sino de ¿cuál es el motivo de que este carácter de arte de acción, performance, se haya perpetrado y siga siendo vigente?

Uno tiene una ligera convicción ante el asunto -probablemente falsa y alimentada por esa aura de ceguera que, a priori, y por mera inocencia, me produce el que algo sea llamado arte, en contraposición a lo que no- en lo que podría vincularse con un tipo de sociedad acorde con el tipo de arte en cuestión. La memoria del pasado y el presente, su interpretación, ya no es algo fijable en marcos y límites estables. El cuadro, la escultura, pasan a dejar de tener sentido si (si y sólo si, nótese) éstas quieren aferrarse a fijar ciegamente el cambiante mundo en que hoy se vive (otra cosa sería del que éstas obras -en cuestión, estables- pretendieran, a modo redentor, estabilizar, paralizar por un instante, el caótico-y des-ordenado mundo en que vivimos). La Acción, la performance, el acto efímero, único, singular, que el tiempo borra -como todo-; el ser a corto plazo, la sacudida, la confusión y la parálisis ante lo extraño que aparece y, de pronto, ya no está, ha des-aparecido. Este carácter tan acelerado, tan insignificante para el mundo -y, en sí, su carácter efímero lo confirma y reafirma-, hacen que, todo sentido, todo significado, que ésta, obra, esta Acción, pueda tener, multiplique su efecto exponencialmente. El hacer-patente lo irrisorio del crear objetos en tanto que objetos permite una conexión mucho más rápida, eficaz y -en lo que atañe al entendimiento paramétrico-moderno del todo a día de hoy- potente con el que-lo-ve, o, hasta más aún, con el que "no-lo-vió-pero-...". Ya hasta se nos presenta la posibilidad de no estar presentes en el instante en que el arte ocurre, sino, a modo de archivero, constatar documentación al respecto. De eso se trata, el hoy en día, ¿no? El ir-con-prisas, de-prisas, el no-poder-pararse, ni aún cuando se trata de un algo con significado, causa que -a mi modo de ver el asunto, claro- el hacer un acto casi instantáneo no sea sino un gritar a viva voz, desgarrándose la propia laringe para que el mundo inhumano (o des-humanizo, des-humanizado) despierte de un letargo, ni que sea momentáneamente, para re-descubrirse, volver a -quizá- querer encontrar un significado a la vida y a lo que de ella se pueda desprender.

¿Un coyote y un hombre en una jaula? Pues sí; y, como en el caso de Duchamp, no es sino en el momento en que esto ocurre en un lugar particular, ya sea en New York en los 70', como fue, o fuera en medio del barrio gótico de Barcelona el pasado sábado.



Vídeo de Beuys y el Coyote, extracto
(disculpadme, pero esta página no permitía situar aquí en el blog el vídeo en cuestión)



"Realmente he aceptado la figura del chamán durante la Acción. [...] pero no para rechazarla, en el sentido de que se trata de un ir-para-atrás ahí donde el saber del chamán era totalmente válido [...], sino que utilizo esta figura ancestral para expresar algo proyectado hacia el futuro, en el sentido que, al decir que el chamán es, está, es el estar siendo sinónimo de algo, alguien, que fue capaz de obtener las conexiones materiales y espirituales en una sola unidad."

Además, "desde que me planteé tomar un animal para la Acción, decidí tomar uno que hubiese desempeñado un papel importante en la psique americana: el coyote. Se destaca como avatar, representante de la oculta -y a voluntad- historia, del pasado de asesinatos de los indios; y, de cómo, de algún modo, los americanos lo siguen hoy en día odiando."




Conversación con Erika Billeter, marzo del1981 en Mythos und Ritual 1981, s.89. Traducción propia; extraído del libro Beuys. Die Revolution sind wir, Joseph Beuys, 2008.

[Re/Retro]-conocimiento


Es preciso que, a modo de preámbulo del post de hoy, me autoreconozca un tanto autista en lo que refiere a compilaciones sintéticas de conocimiento al más puro estilo de "frases célebres de ...", puesto que, no tan sólo pecan de reduccionismo lingüístico, sino que suelen posicionarse tendenciosamente descontextualizadas de un pensar englobante de tal o cual persona particular. Refiriéndome a ello querría puntualizar que lo dicho subyugaría a lo que en esencia vienen éstas a ser; ya no me gustaría inmiscuirme en lo que sería un -cada día más- tipificado y creciente corriente de hoy en día en que un cierto sentimentalismo semiromántico (pero en su faceta más bien oscura y con voluntad barata de tenebrosismo) diluye líneas fronterizas con lo que llamaríamos filosofía o pensar, dando por supuesto algo así como que la base del pensador no es sino aquel que aparenta distancia, sufrimiento (farsa) y algún tipo de ir-por-encima-ísmo. No es tema del blog tratar de particularidades al respecto -almenos, no hoy- sino que exponía lo que, para mí, constituye una duda, un titubeo, por lo que respecta al uso pedagógico de las archiconocidas "frases célebres de ...".

Además, claro está, uno lee lo que quiere leer. Uno no articula un conjunto de caracteres entorno a figuras lingüísticas superiores como palabras, que luego, sintácticamente organizadas, forman frases (en este caso más bien cortas, sintéticas y a veces crípticas) hasta derivar un significado dado, determinado, por dichos caracteres; uno no puede sino leer en tanto que, y en la medida que, uno sabe de tal o cual cosa, y no es sino mediante la propia mediación, interpretación, de lo leído según lo que ya-se-sabe, en base a lo cual uno puede leer algo u otro en-sobre la cosa en cuestión (en un mismo conjunto de palabras, entiéndase). Quizá se trate de lo mismo que ocurre con la vana pretensión de creer conocido a un autor por una única obra. A Michaelangelo por el David, a Leonardo por su Última Cena, a Duchamp por su Urinario, a Beuys por su coyote Dax (o ser un correcaminos algo masoquista). El tema no es querer-dar por necesario el conocer toda la obra y vida de un autor para juzgarlo. En mi opinión el tema consistiría más bien en saber que no estamos juzgando a tal o cual personaje, u obra, o tema, o frase, sino que estamos añadiendo fragmentos de saber, interpretaciones de lo vivido y lo que por vivir quede, en nuestra propia persona, según nuestro propio punto de mira. Y toda obra, pieza musical o frase célebre, no será un "ver-analíticamente", un "leer lo que otro escribió", sino un "generar ya-de-por-sí interpretaciones al respecto"; se trata, todo proceso de afrontarse uno con el arte -sea cual sea aquello a que nos encaramos-, de una génesis, un crear (desde y para) uno mismo. Y quizá tan sólo sea importante el tener consciencia de ello. Para no creer que "sabemos de tal o cual" más que otros, sino de tener en mente qué es lo que "tal o cual" aportan a uno mismo (no, de nuevo, a nivel meramente sentimentaloide, sino a nivel profundo).

Y es, aun previamente haber dudado -tramposamente, pues el tema ha sido generado de final a principio- de cierto carácter pedagógico de lo que se conoce como la "frase célebre", fascinante, en la medida en que somos capaces -en general- de a partir de una frase dada, llegar a derivar, interpretar, analizar, pensar, en cualquier otra cosa. Relacionar, vincular, contrastar. Para uno y los demás. Para ello, la frase que ha provocado este pequeño escrito. El fragmento con potencia, por decirlo de alguna manera:




"No se ve sino lo que se tiene ya dentro del ojo"




Escritos -recopilación póstuma-,
Eduardo Chillida, 2005