28/4/11

El espacio como espacio


"¿Puede darse por válido el espacio proyectado desde términos técnicos y físicos como el único espacio verdadero? Todos los espacios configurados de otro modo -el espacio artístico, el espacio de intercambio cotidiano y de relación entre personas-, comparados con él, ¿son solamente subjetivas y condicionadas formas primigenias o transformaciones de éste, un solo espacio cósmico objetivo?


¿Qué sucedería, aun así, si la dicha objetividad de tal espacio cósmico objetivo resultara ser inevitablemente el correlato de la subjetividad de una conciencia a la que le resultan extrañas las épocas que precedieron a la edad moderna europea?"




Lo que plantea el fragmento que hoy, en una irreverente celebración forzada del mes trescientos de la existencia del autor de este blog, es un cierto camino de vida. Plantear una cierta búsqueda, una serie de preguntas.

¿Es nuestra idea del espacio -la actual, la vigente hoy en día- la única posible (entendiendo del possibile latín, del poder-ser, de la facultad o posibilidad de algo de ser)? ¿Son todas las maneras en que se ha entendido el espacio previamente equívocas? ¿No hay en esta consideración una ciega prepotencia autoconsiderándonos poseedores del saber universal y objetivo con la ciencia?

No es mi voluntad negar -para nada- la viabilidad, la veracidad ni la validez del método científico. Lo cierto, aun así, es que la creencia de una sociedad en su propio sistema de valores y en su sistema-verdad (un sistema cognoscitivo, la manera en que se entiende el mundo) es innegable. Tan innegable que uno no puede planteárselo de otra manera. Nuestra forma de ver el mundo no es sino a través de este sistema mental: el de la modernidad. Uno no puede librarse de éste. Uno no puede -no tiene la facultad- ausentarse de su sistema razón.

Pero la duda planteada por Heidegger es que, aun teniendo esto en cuenta, aun creyendo que la ciencia es el método mediante el cual uno puede llegar a conocer de la forma más exacta posible la realidad de todas las cosas que nos rodean, uno no puede juzgar objetivamente otros sistemas de valores o de verdades.

Quizá parezca contener esta una crítica un tono repetitivo con respecto a otras consideraciones ya hechasen el blog entre el mito y la ciencia acerca de la ridiculización del mito como cuento de hadas de los antiguos -pobrecitos, sin ciencia que les hiciese ver verdad-. Pero Heidegger va más allá. ¿No es nuestra propia conciencia fruto de ella misma y de un sistema coherente de un estado de cosas particular, de un conjunto de verdades que casan entre sí? La manera de ver el mundo, en su estrato más abstracto posible, es un sistema articulado de verdades con capacidad de coexistir lógicamente, de no contradecirse entre sí. Y es norma científica por excelencia, por decirlo de alguna manera.


¿Y en lo mítico? ¿No hay una pretensión de logicizar el mundo, de hacerlo no-contradictorio? ¿Cómo tildarnos de objetivos si cada uno posee su propia objetividad, si la objetividad no es fruto sino de un sujeto particular, de un punto de mira concreto?




¿Que es la Caja Metafísica de Jorge Oteiza en cuanto espacio? ¿Una configuración de dos triedros en simetría configurando un espacio cerrado interior de escultura parecido -o imaginable- a un cubo, a la formulación geométrica ideal de un espacio configurado por todos aquellos puntos que forman planos cuadrados estructurados entre sí tridimensionalmente? ¿Es esto más verdad que el hecho de que la Caja es el resultado de la voluntad de hacer percibible un espacio mental, un espacio artístico? ¿No es sino la voluntad de hacer patente un espacio, de sacralizarlo, de elevarlo para que sea tema de discusión, centro de atención, punto de mira de todas las preguntas?

¿No es la ayuda para que nos demos cuenta del espacio vacío que ya-hay y siempre ha habido? ¿No pretende ser la obra de arte la que potencie, catalice, facilite, la posibilidad de ver más allá de lo que habitualmente consideramos por válido y vigente, por lo que de antemano parece que nos es dado?





El Arte y el Espacio (die Kunst und der Raum), § 6-7, M. Heidegger, 1969; traducida por J. A. Escudero con pequeñas correcciones propias.

Caja metafísica por conjunción de dos triedros, J. Oteiza, 1958; realización (A. Menargues - N. Morro) de la escultura en las fotografías como replanteo y reinterpretación para trabajo universitario de la escultura de Oteiza.

10/4/11

La biblioteca infinita


"La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza."




La Biblioteca de Babel, El jardín de los senderos que se bifurcan, Jorge Luis Borges, 1941.