10/11/10

Beuys y el coyote


¿En qué podría consistir el que un artista se cerrara tres días en una jaula dentro de un museo con un coyote, vestido de chamán, oculto bajo ropajes? Quizá la pregunta debería mutar a algo así como ¿En qué podría consistir el que del hacer esta Acción -como dice el mismo Beuys- se derive el que ahí ha habido creación artística? ¿En qué consiste el hecho de que a lo largo del siglo XX el arte y su relación con lo bello haya sido -en apariencia- abducida y sustituida paulatinamente por actos inexplicables, de aparente locura -almenos parcial-? Esta respuesta tiene que ser analizada con mucho más detenimiento que un minso post de madrugada. Ya lo intentaré hacer. La pregunta a la que hoy nos encaramos no sería tanto el en qué consiste que se produzca ese abismo, ese salto, entre lo considerado como "arte del pasado" y "lo de hoy en día" (que muchos dudan o titubean -y con cierta/certera razón- al tener que tildar, nombrar, con la denominación de arte), sino de ¿cuál es el motivo de que este carácter de arte de acción, performance, se haya perpetrado y siga siendo vigente?

Uno tiene una ligera convicción ante el asunto -probablemente falsa y alimentada por esa aura de ceguera que, a priori, y por mera inocencia, me produce el que algo sea llamado arte, en contraposición a lo que no- en lo que podría vincularse con un tipo de sociedad acorde con el tipo de arte en cuestión. La memoria del pasado y el presente, su interpretación, ya no es algo fijable en marcos y límites estables. El cuadro, la escultura, pasan a dejar de tener sentido si (si y sólo si, nótese) éstas quieren aferrarse a fijar ciegamente el cambiante mundo en que hoy se vive (otra cosa sería del que éstas obras -en cuestión, estables- pretendieran, a modo redentor, estabilizar, paralizar por un instante, el caótico-y des-ordenado mundo en que vivimos). La Acción, la performance, el acto efímero, único, singular, que el tiempo borra -como todo-; el ser a corto plazo, la sacudida, la confusión y la parálisis ante lo extraño que aparece y, de pronto, ya no está, ha des-aparecido. Este carácter tan acelerado, tan insignificante para el mundo -y, en sí, su carácter efímero lo confirma y reafirma-, hacen que, todo sentido, todo significado, que ésta, obra, esta Acción, pueda tener, multiplique su efecto exponencialmente. El hacer-patente lo irrisorio del crear objetos en tanto que objetos permite una conexión mucho más rápida, eficaz y -en lo que atañe al entendimiento paramétrico-moderno del todo a día de hoy- potente con el que-lo-ve, o, hasta más aún, con el que "no-lo-vió-pero-...". Ya hasta se nos presenta la posibilidad de no estar presentes en el instante en que el arte ocurre, sino, a modo de archivero, constatar documentación al respecto. De eso se trata, el hoy en día, ¿no? El ir-con-prisas, de-prisas, el no-poder-pararse, ni aún cuando se trata de un algo con significado, causa que -a mi modo de ver el asunto, claro- el hacer un acto casi instantáneo no sea sino un gritar a viva voz, desgarrándose la propia laringe para que el mundo inhumano (o des-humanizo, des-humanizado) despierte de un letargo, ni que sea momentáneamente, para re-descubrirse, volver a -quizá- querer encontrar un significado a la vida y a lo que de ella se pueda desprender.

¿Un coyote y un hombre en una jaula? Pues sí; y, como en el caso de Duchamp, no es sino en el momento en que esto ocurre en un lugar particular, ya sea en New York en los 70', como fue, o fuera en medio del barrio gótico de Barcelona el pasado sábado.



Vídeo de Beuys y el Coyote, extracto
(disculpadme, pero esta página no permitía situar aquí en el blog el vídeo en cuestión)



"Realmente he aceptado la figura del chamán durante la Acción. [...] pero no para rechazarla, en el sentido de que se trata de un ir-para-atrás ahí donde el saber del chamán era totalmente válido [...], sino que utilizo esta figura ancestral para expresar algo proyectado hacia el futuro, en el sentido que, al decir que el chamán es, está, es el estar siendo sinónimo de algo, alguien, que fue capaz de obtener las conexiones materiales y espirituales en una sola unidad."

Además, "desde que me planteé tomar un animal para la Acción, decidí tomar uno que hubiese desempeñado un papel importante en la psique americana: el coyote. Se destaca como avatar, representante de la oculta -y a voluntad- historia, del pasado de asesinatos de los indios; y, de cómo, de algún modo, los americanos lo siguen hoy en día odiando."




Conversación con Erika Billeter, marzo del1981 en Mythos und Ritual 1981, s.89. Traducción propia; extraído del libro Beuys. Die Revolution sind wir, Joseph Beuys, 2008.

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