¿Qué es un sistema lingüístico y en qué consistiría, en la omnisciencia de la divinidad? ¿Tendría sentido alguno nombrar las cosas por un nombre? ¿Sería quizá dar continuidad al creer mesopotámico desde el cual el nombre no es un conjunto abstracto de fonemas a los cuales asignamos la unidad palabra y con el cual designamos la cosa, sino que el nombre surge, emana, de la cosa misma, es parte de él? ¿No sería, pues, la lengua desde la cual cada nombre pudiera ser divisible tal como la cosa misma (para ser analizada)? De ahí de la importancia 'etimológica' del análisis de la palabra en el mundo antiguo. No se trata exactamente de etimología, pues esta presupone el origen de una palabra en la existencia previa de otra de la cual la segunda surge o tiene origen, sino que se trataría de ver cómo el hecho que el nombre y la cosa tengan el mismo origen hace que, a todo punto de ver, sean lo mismo.
"No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel texto. Gradualmente, el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que el enigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios, toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo, la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria. Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra y en esa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y cuanto puede comprender un lenguaje, son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo."
La escritura del Dios, cuento recogido en 'El Aleph', Jorge Luis Borges, 1949.