11/11/09

Música, prosodia y logos


La persistencia que puede que haya, de aquí en adelante entorno algunos textos publicados por doctor filósofo Martínez Marzoa surgen de una cierta aproximación que uno hizo ya hace años y desde la cual fue tomado una especie de punto de partida sobre el conocimiento del pensar griego. En esta conferencia, en habitual forma de vídeo que hay colgado en internet, ha sido transcrita a lo largo de un par de largas tardes intentando mantener el discurso hecho tan fidedigno como fuera posible, salvando, evidentemente, las obviedades y recursos del lenguaje oral que se utilizan, ya sea a modo de interjecciones como sea a modo de dubitaciones momentáneas. Y el tema de la conferencia revolotea alrededor de cómo, de la imposibilidad de pronunciar el griego antiguo tal y como Pericles lo haría, no se denota una directa inviabilidad de búsqueda de un modelo lo más correcto posible de pronunciación, añadiendo a ello una interesante problemática acerca de aquello que hay como diferencia en todo decir (sea de corpus o aún esté 'viva'): la lengua y el habla. Y de cómo, además, ciertas lenguas pueden tener distancias ya insalvables, intraducibles, irremediables; tan pronto como se intente entender modernamente cualquier concepto del griego antiguo, será pues inevitable que parte de lo dicho se pierda para siempre...



"Intentaré decir cosas que sean relevantes para todas y cada una de esas preocupaciones (cuestiones planteadas al doctor filósofo Martínez Marzoa en el mail de la invitación por parte de Megalophonos) aunque no sea refiriéndome expresamente a todas y cada una de ellas, aunque no sea yendo una por una.



He de empezar diciendo que yo no soy musicólogo, ni siquiera músico en un sentido específico del término; mi ocupación con las materias en relación con las cuales se me ha invitado aquí procede por necesidad interna, porque evidentemente no he tenido más remedio que ocuparme de esas materias, ocupándome de las cosas de las que en principio me ocupo... uno es conducido necesariamente a otros territorios.

Concretamente, en mi caso, llego a ocuparme de esta problemáticas de las que voy a tratar a partir de algo que por una parte es la linguística y por orta parte es la hermenéutica.

La hermenéutica, en especial, en mi caso y en relación con esta problemática, ejercidas ambas (no sólamente la hermenéutica; también la linguística) en el campo de la interpretación de textos griegos antiguos. No exclusivamente de textos griegos antiguos aunque sí de manera especial.

Más en especial en relación con aquellas facetas de aquellos textos que nos ponen en conexión con cuestiones, con interpretandos, que, si bien a nosotros llegan como textos, es decir, como secuencias de palabras, frases, oraciones, analizables desde un decurso linguístico, sin embargo, no nos es posible entenderlos de manera alguna sin asumir que en su propio territorio histórico no eran meras secuencias linguísticas o incluso que en ese propio territorio histórico no había todavía ese fenómeno del mero texto, de la secuencia linguística, o del texto plano.

En ocasiones, pues, para interpretar algunas cosas que sí que todos interpretamos muy a menudo no se puede olvidar este aspecto, y por eso nos hemos visto obligados a tratar este tipo de cuestiones incluso sin ser musicólogos ni músicos en un sentido estricto.


Por otra parte, por los términos en que se ha producido la invitación que me ha traído aquí, tengo que asumir que esa invitación tiene que ver con el hecho de que ahí estén a la vista ciertas cosas que yo he escrito y publicado, y que, con razón, los autores de la invitación han relacionado con las cuestiones que les preocupan... me encuentro pues en la situación, relativamente frecuente, de que, por una parte, no se trata ni de repetir lo que ya he dicho antes o ya he escrito o publicado antes, ni repetirlo como si fuera pura y simplemente nuevo, ni tampoco evidentemente de darlo por conocido.

Ambas cosas serían igualmente incorrectas, la una que la otra, pero al mismo tiempo, se me concederá, que el espacio que queda disponible entre la una y la otra es relativamente estrecho y a veces de delimitación imprecisa. Por lo tanto, puedo tener algún que otro fallo en esa delimitación.



Empiezo, ya entrando en materia, por la siguiente constatación, muy sencilla:

Cuando aprendemos o enseñamos griego o trabajamos con textos griegos, por lo menos a aquellos quien nos preocupamos de hacer y dar las cosas lo mejor que se pueda, lo mejor que podamos nosotros, digamos, pronunciamos esos textos de una determinada manera, no de cualquier manera.

Tenemos una pronunciación escolar que estimamos la correcta de esos textos. Incluso a veces, en cuando está nuestro trabajo el hacer correcciones, corregimos si alguien pronuncia de una manera que no es la aceptable. Por tanto, tenemos un patrón de pronunciaciones, escolarmente correcta.

Incluso no sólamente corregimos según ese patrón, y por lo tanto lo consideramos válido, sino que además incluso defendemos ese patrón que empleamos, yo por lo menos sí lo defiendo y veo con alegría que otros también, frente a otros que históricamente se han dado, incluso en fecha no muy antigua, dentro de lo que llamamos la recepción moderna o tardomoderna de los textos griegos.

Defendemos este patrón frente a otros que ha habido. Y tenemos buenas razones para ello. Buenas razones que evidentemente no son el pronunciar como pronunciaría Pericles (dentro de un rato me referiré a eso), pero sí que son unas ventajas reales que esa manera de pronunciar tiene sobre otras posibles en relación con el estudio de textos griegos.


A ese modo de pronunciación, que es el que consideramos escolarmente correcto hoy en día de manera ampliamente mayoritaria los que nos ocupamos de estas cosas, muy frecuentemente en cualquier libro de gramática elemental escolar se le llama pronunciación erasmiana. Se le llama así incluso contraponiéndola a otras pronunciaciones, a otros modos de pronunciación, que se han producido a lo largo de la historia moderna, incluso a modos de pronunciar que alguien utiliza hoy en día, y que a lo mejor tienen un sentido para otras cosas que también se escriben con caracteres griegos pero que no son ni la misma lengua que Platón ni Sófocles ni Esquilo, desde el punto de vista estructural almenos.

Le llamamos pronunciación erasmiana y, sin embargo, y aquí es donde quería encontrar un punto que me sirve para empezar, sin embargo si uno va al texto de Erasmo que se invocaría con esta denominación de pronunciación erasmiana, ese diálogo de Erasmo sobre la pronunciación correcta del discurso griego y latino, se puede encontrar con un pequeño chasco en el sentido de que lo que allí hace Erasmo no es en absoluto el plantear cómo se debe pronunciar, un patrón de pronunciación en la práctica de los textos griegos antiguos, no es plantear un patrón de pronunciación. Por otra parte, sabemos que lo que allí dice Erasmo, polemizando con el modo de pronunciar habitual en su tiempo, es aquello que él personalmente no lo llevaba a la práctica; es decir, él pronunciaba como se pronunciaba habitualmente en su tiempo, que no era erasmianamente, y aún así, resulta que esa denominación de esa pronuncia erasmiana, no por eso es gratuita ni arbitraria, sí tiene su razón de ser, puesto que es verdad que algunos de los distanciamientos que Erasmo formula en ese escrito, algunas de las diferencias que establece de la pronunciación antigua frente a la pronunciación usual en su tiempo, pronunciación de los humanistas y de eruditos bizantinos emigrados a Occidente.

Todo eso que empleaba también él, esas diferencias que Erasmo establece, es verdad que después, algunas de ellas, a lo largo de los siglos siguientes, sí se fueron incorporando, aunque sólo aquellas que eran posibles. Y aquí es donde vamos a tropezar con el concepto que tienen, ya que algunas no lo eran, algunas no eran posibles.

Las que eran posibles, incorporables, sí se fueron en los siglos siguientes incorporando, por ejemplo la supresión de aquello que llamaban el 'i-tacismo', que era el concepto de una serie de secuencias gráficas (15:53), la supresión de eso y otros elementos más de lo que Erasmo decía sí se fueron incorporando en la pronunciación escolar y por lo tanto pues sí que es verdad que la pronunciación escolar, defendida por hoy en día los filólogos, sí que tiene algo de erasmiana. Evidentemente, en el sentido de que se han utilizado algunos de esos elementos, que Erasmo consideraba como diferentes de la pronunciación antigua frente a la concepción habitual en su tiempo, y que sigue siendo habitual entre algunas gentes, incluso puede ser que lo sea hoy en día.



Algunas. Se incorporan a la pronunciación escolar algunas de esas diferencias que Erasmo detecta entre cómo se pronunciaría seguramente en la Antigüedad griega, cómo se pronunciaría en la época clásica, digamos, y cómo se pronuncia en su tiempo.

Algunas se incorporan, otras en cambio no. Otras en cambio no se incorporaron. No se incorporaron a pesar de que el motivo de incorporar las que se incorporaron era precisamente tratar de diferenciar lo que se diferenciaba en época antigua. O sea, tratar, por lo tanto, de algo, que de alguna manera, es un mayor reconocimiento de la pronunciación antigua.



Sin embargo, ¿por qué otras diferencias de la pronunciación antigua detectadas ya por Erasmo no fueron incorporadas?

Evidentemente porque aquellas diferencias de la pronunciación antigua, por así decir, no son superables. En principio no son superables. Es decir, hay diferencias que no son de carácter técnico. No es simplemente saber cómo pronunciaban, entrenarse un poco y ponerse a pronunciar así. Hay distancias de un tipo distinto. Hay distancias que lo son entre mundos históricos, por decirlo de alguna manera. Hay distancias que lo son entre mundos históricos y que sin embargo se reflejan incluso en algo, a primera vista tan común, tan universal, como la emisión de voz.

Hay efectivamente diferencias, ya detectadas por Erasmo, que se pueden detectar razonando a partir de lo que los textos dicen, incluso razonando a partir de la propia estructura linguística que, sin embargo, nadie se ha propuesto nunca incorporar a la pronunciación, ni siquiera a la de los filólogos de hoy en día.



Distancias, digamos, no técnicas. Esto no ocurre sólamente con el griego antiguo. Sobra decir, es una tautología, que todas las lenguas con respecto a las cuales ocurre esto -el griego antiguo es simplemente un ejemplo especialmente importante y especialmente ilustre para nosotros- son lenguas de corpus.

Lenguas en las cuales ya no cabe esperar, ya no es previsible que se produzcan nuevas secuencias, si no que hay las que hay y ahí están, y tenemos esas. Lo más que puede ocurrir es que en algún momento descubramos debajo de las arenas del desierto, o algo así, nuevas copias de secuencias que hasta ese momento no conocíamos pero que son de hace los mismos siglos que las demás. Pero lo que ya no hay es producción de discurso en esa lengua. Por eso decimos que el material es un corpus, que es una lengua de corpus.

Lo que no tenemos enfrente, en el estudio de esas lenguas, es, como suelen decir los linguistas, la intuición de un hablante nativo al que podamos encuestar, sonsacar, poner en breces, saber cómo dice ésto y cómo dice aquello. Eso no lo tenemos, sólo tenemos el corpus.



Es verdad que podríamos en principio detectar en el estudio de esas lenguas de corpus [naturalmente, cuidado, no todo lo que sea una lengua de corpus está en esta situación de que haya diferencias no salvables, porque también puede ser que algo haya quedado reducido a la condición de lengua de corpus por razones accidentales, simplemente porque se extinguió la comunidad de hablantes y nada más]. Pero sí ocurre, en cambio, lo recíproco.

Todo aquello en lo que las diferencias son, eso que llamaba hace un momento, diferencias no técnicas, distancias entre mundos históricos, todo eso sí es siempre una lengua de corpus.



Se suele decir, o almenos tiene cierto raciocinio, que esta miseria, en el sentido de ausencia de cierto tipo de recursos que tenemos para estudiar una lengua de corpus, pudiera estar en parte compensada por el hecho de que esa situación de que nos las hemos con un corpus, y no con un hablante al que podamos encuestar, no favorece algo que, de todos modos, se debe evitar incluso con las lenguas que no son de corpus, que es el dar como presunta definición de una entidad linguística, una descripción material o física de su realización.

Eso no es una definición de una entidad linguística, y además eso es un imposible. La realización física puede cambiar de una manera en principio ilimitada sin que eso modifique el sistema lengua. Todo depende de cómo al cambiar una cosa cambien también las demás. Pero que el sistema se mantenga. Por lo tanto, es erróneo en todos los casos, no sólo en las lenguas de corpus sino en todas, el dar como definicion de una entidad linguística una descripción material de su realización: "Ponga usted así la boca..."

Eso es erróneo en todos los casos; las entidades linguísticas no son por principio entidades físicas, materiales, reales, en el sentido immediato de la expresión; y de eso ya se ha hablado mucho, no hace falta añadir nada especial en esta intervención. No son entidades físicas, materiales, reales; por lo tanto, su definición ling tiene que ver no con una descripción de su realización material, si no con relaciones dentro del propio sistema lengua.

Podría pensarse en la situación de las lenguas de corpus en donde la realización material es algo que, almenos en gran parte, no hay; o sea que no pronunciamos. Pronunciamos de una manera que es mejor que otras, pero no pronunciamos como pronunciaría Pericles; ni tendría sentido que nos propusiésemos tal cosa, ni lo conseguiríamos.

Puede pensarse que la situación de las lenguas de corpus favorece evitar este error de tomar una descripción de la realización material como si fuese una definición de la entidad linguística, pero esto no es del todo exacto.

A veces resulta que precisamente el que nunca pronunciemos como pronunciaba Pericles nos lleva justamente a centrarnos en la pesquisa policial de cómo pronunciaría Pericles o de cómo pronunciaría Heráclito y a poner eso en el lugar de la definición de la entidad linguística cuando esa no es la definición de una entidad linguística.



Por ejemplo, y naturalmente el ejemplo no es casual [Está introducida la teoría general, en gran parte, para subrayar la importancia del ejemplo para lo que vamos a ver a continuación].

Cuando decimos, en griego, o en otras partes, hay vocales largas y vocales breves, pongamos por caso. Es una de las cosas que, tal como es en griego, o de una manera que responda a la definición estructural que podemos dar para el griego, efectivamente no la realizamos en absoluto. ¡La sabemos!, cuidado. ¡Y tenemos que saberla! Si no la sabemos no podemos entender un texto griego. Eso forma parte de la lengua. Sin embargo, lo que es evidente, es que eso no lo ejecutamos. Ni siquiera cuando leemos un texto griego en voz alta y lo hacemos bien, lo hacemos de la manera que un filólogo actual puede exigir.



Entonces, hay vocales largas y vocales breves. Puede producirse una cierta tendencia a tomar esto tal como físicamente suena; vocales largas y breves, pues parece que esto tiene que ver con una cosa que es lo que dura la emisión de voz, una entidad física; así pues, si es 'i' o si es 'iiii' incluso se le llama cantidad en linguística, lo cual, pues, si bien es una denominación en principio correcta si se la define bien puesto que al fin y al cabo es un término técnico [y los términos técnicos tienen el valor que se les da al definirlos], sin embargo, puede añadir leña al fuego en el sentido que cantidad suena a algo cuantitativo y, por lo tanto, algo que puede ser tanto 1 como 1,37, como 2,41 o 0,27. Por lo tanto, una magnitud física, algo del tipo de una magnitud física.



Entonces, si fuese eso, es decir, vocales largas y vocales breves las hay por parte de cualquiera que hable cualquier lengua, es simplemente una trivialidad. Tiene que haber algo más que eso para que la cosa sea interesante.

Es más, incluso el hecho de que, esporádicamente, en el caso de un fonema determinado, o de 3 o de 4 o de 5 o de 7 fonemas de una lengua, eso de larga o breve pueda incluso ser una entidad linguística; es decir, pueda no ser sólamente una magnitud física, sino tener entidad linguística, que pueda haber una definición linguística de ello.

Algo así como que, efectivamente, dos secuencias linguísticas diferentes, con eso que llamamos significados diferentes, puedan diferenciarse sólamente en que en una hay 'i' y en la otra 'iiii', incluso si es sólamente eso, pues sucede también en más de una lengua moderna, incluso en algunas de las más conocidas que seguramente hablan muchos de los presentes.



Cuando hablamos de largas y breves, del sistema de sílabas largas y sílabas breves y del uso que se llama técnicamente la cantidad, hablando del griego antiguo [incluso no sólo del griego antiguo] estamos hablando de otra cosa que va mucho más allá de eso. Estamos hablando de que todo un tipo determinado de fonemas, a saber, lo que llamamos vocales [y no voy a entrar ahora en cuál es la definición linguística, no física, de vocal, ni en ni siquiera si la palabra vocal es la más acertada desde el punto de vista de la teoría linguística, eso surgiría en otro contexto; simplemente asumo que todos asumimos que hay un tipo de fonemas que se llama vocales en una bipartición del sistema de los fonemas de una lengua], que los fonemas llamados vocales están en griego [esto sí, y puede que ésto no ocurra en lenguas modernas] exhaustiva, unívoca y sistemáticamente divididos en largos y breves.

Exhaustivo quiere decir aquí que, en cualquier punto de la cadena donde hay uno de esos fonemas, hay la caracterización como larga o breve. En cualquier punto de la cadena; eso quiere decir lo de exhaustivo. O sea que no hay, por ejemplo, situaciones neutras. O lo uno o lo otro.

Lo de que no hay situaciones neutras tiene que ver, por lo tanto, también, con el segundo calificativo que le he puesto: unívocamente. Exhaustivamente, unívocamente, todos los fonemas de este tipo están ubicados en esta contraposición, en cualquiera de sus apariciones en cualquier punto de la cadena, en cualquier punto de la secuencia. Lo están además de manera unívoca, es decir; está unívocamente determinado si esto que hay aquí -ejemplo- es una vocal larga o es una vocal breve.

Y es también sistemática en el sentido de que, efectivamente, esa distinción [no sólo esa distinción sino los detalles de su realización] pertenece de pleno a eso que he llamado el sistema lengua.



Es decir, utilizando una distinción que a algunos quizá les resulte familiar [y por lo tanto, la utilizo, aunque quizá no sea igualmente familiar para todos], son lengua y no habla.

Son lengua y no habla. Es decir, son estructura, sistema, y no mera realización material de una estructura. Son lengua y no habla.



Hay eso; es decir, en todos los puntos en que hay un fonema de este tipo, pues, o es largo o es breve, y sólo una de las dos cosas.

Hay, además, el que [dada esa caracterización de cada fonema vocal y dada la secuencia de fonemas, los vocales y los que no son vocales] se producen ciertas reglas: una división de la secuencia en sílabas, y además, se produce una caracterización ahora ya no de las vocales sino de las sílabas mismas, como largas o breves.

Es decir, las vocales no son largas o breves en virtud de unas reglas, sino que el que una vocal sea larga o breve es una cuestión no de reglas, sino de qué fonema hay en tal punto de la secuencia: si ahí hay una 'i' larga o una 'i' breve, por ejemplo.



Ahora bien, una vez dado qué fonema hay en cada punto de la secuencia, entonces hay ciertas reglas [ahora sí, reglas] que dividen en largas y breves ya no las vocales sino las sílabas.

Esto es el sistema."





Conferencia organizada por la asociación Megalophonos impartida por Felipe Martínez Marzoa, 2008.

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