25/12/09

Ciudades posibles


Hacía días que tenía este blog en latencia. A veces ocurre que, tal como decía Tolstoi en su 'Confesión', uno pueda tener ganas de enseñar, pero aun así, si somos honestos, tiene -o tendría- que estar seguro de qué puede saber hacer, qué puede saber con tal de que otros lo quieran o puedan aprender. No se trata de generar una página de internet rebosante de fragmentos de texto para aparentar ser lo erudito que uno no es; se trata meramente de exponer aquellas pequeñas secuencias de texto -o no tan pequeñas, disculpadme por la 'transcripción' anterior sobre el decir griego- que, de una u otra forma, me hayan interesado y, con ello, hecho aprender algo, hecho ver de otro modo lo que nos rodea o, llegando a la abstracción del asunto, hecho modificar la sensibilidad de uno respecto al conjunto real, sensible, que nos aporta la posibilidad de ser (de tender al 'Dasein' de Heidegger) en el mundo.

Hoy me interesó leer este fragmento: un pequeño relato de Calvino que me hizo pensar en la ambivalencia y contemporaneidad de ciertos elementos a priori contrapuestos en la evolución de las ciudades; a la vez encontramos exactitud, precisión y casualidad 'casual', ante una ínfima e improbable probabilidad matemática; por otro lado, la tradición, el avance brumoso de lo uno a lo siguiente, lo más férreo e contínuo, históricamente hablando, de este largo y lento proceso de influencias, herencias y tiempo.





"En el centro de Fedora, metrópoli de piedra gris, hay un palacio de metal con una esfera de vidrio en cada aposento. Mirando el interior de cada esfera se ve una ciudad azul que es el modelo de otra Fedora. Son las formas que la ciudad hubiera podido adoptar si, por una u otra razón, no hubiese llegado a ser como hoy la vemos. Hubo en todas las épocas alguien que, mirando a Fedora tal como era, imaginó el modo de convertirla en la ciudad ideal, pero mientras construía su modelo en miniatura Fedora ya no era la misma de antes y lo que hasta ayer había sido su posible futuro ahora sólo era un juguete en una esfera de vidrio.


Fedora tiene hoy en el palacio de las esferas su museo: cada uno de sus habitantes lo visita, escoge la ciudad que corresponde a sus deseos, la contempla imaginando que se refleja en el estanque de las medusas que debía recoger las aguas del canal (si no lo hubiesen secado), que recorre subido a lo alto del baldaquín la avenida reservada a los elefantes (ahora proscritos de la ciudad), que se desliza a lo largo de la espiral del minarete en caracol (que no volvió a encontrar la base desde donde se levantaría).

En el mapa de tu imperio, oh Gran Kan, deben encontrar su sitio tanto la gran Fedora de piedra como las pequeñas Fedoras de las esferas de vidrio. No porque todas sean igualmente reales, sino porque todas son sólo supuestas. La una encierra todo lo que se acepta como necesario cuando todavía no lo es; las otras lo que se imagina como posible y un minuto después deja de serlo.
"





Las ciudades Invisibles, Las ciudades y el deseo, capítulo 4, Italo Calvino, 2002.

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