Hoy el tema surge de la lectura -que estoy a punto de acabar- del libro "El gran diseño", coescrito por Stephen Hawking y Leonard Mlonidow. En él, ambos físicos enuncian y describen una serie de conceptos y dispares modelos de universo, modelos -el énfasis en esta palabra en el libro es sustancial- en que cada una de los conjuntos de leyes según las cuales la naturaleza puede ser explicada, conocida.
Así pues, rozando terrenos pantanosos del en qué consiste conocer, ambos autores se aventuran en una especie de historiología del conocer científico (citando, en un falaz e hipócrita modo, como es habitual, el caso del origen mítico del universo, del cual, como veremos, no se dista tanto en los modelos actuales) en que, por el momento, lo que queda claro, es que es necesariamente incierto. El punto inicial que se plantea como juicio a priori del asunto es que, en base al principio de indeterminación de Heisenberg en 1927, no podemos conocerlo todo con exactitud, determinísticamente.
Esto no tan sólo implica que las partículas, en su movimiento, no tienen asociada una trayectoria definida como lo tienen en la física newtoniana -que se desprende directamente de la formulación de Heisenberg, sino que, en general, uno ya no puede hacer física determinísticamente.
Resumiendo, que a lo que debe cernirse la investigación física de hoy día no es sino un cálculo probabilístico de las distintas posibles versiones de universo y/o leyes físicas que a cada una de las posibilidades pueda tocar.
A mi modo de ver, quizá demasiado inexperto en el campo de la física teórica -y más, de la mecánica cuántica en electromagnetismo, nuclear débil, fuerte y/o ... gravedad-, se ha olvidado el leitmotiv, el camino, de lo que la física tenía que ser. Si bien es cierto que los modelos matemáticos empiezan a cuadrar a niveles mucho más elevados (en especial tratándose de momentos de singularidad, como el Big Bang, o inflación, que de éste se deriva) que los de la física Newtoniana (añado ya Einstein y su "Una nueva determinación de las dimensiones moleculares" a la historia más contemporánea del asunto de la física actual), parece que el destino al que los físicos ansiaban llegar ha sido olvidado.
Me refiero a que la voluntad inicial, la de explicar el universo en clave humana, en clave de la Razón, se diluye en pro de que las fórmulas matemáticas puedan cuadrar, puedan ser válidas y legítimas -en clave meramente matemática-. Del juicio sintético, de génesis, tendemos a lo analítico, pero eso no es lo importante.
Como ocurre con Kant, en su análisis sobre qué es el conocimiento y cómo uno puede conocer, existe una tendencia en tematizar los criterios según los cuales uno conoce, lo metacognoscitivo (los llamados, en la Crítica de la Razón Pura, juicios sintéticos a priori), alejándose de la primordial pregunta del conocimiento en sí. Se entra -como ocurre con la física actual, a mi modo de ver- en una espiral infinita, siempre repetible, de en qué consiste aquello en lo que consiste aquello que es aquello en lo que consiste... (etc) ... el universo (o el conocer, en general).
Y después de las fuerzas -las leyes de la naturaleza (que tan bien describen lo que ocurre en nuestro mundo, en el mundo más terrenal y sin irnos a terrenos microscópicos, infratómicos, o terrenos macroscópicos, supraestelares- uno se va a determinar qué son los átomos; de ahí uno se encuentra (teóricamente, y ya de forma experimentalmente validada*NOTA...) los quarks, y de ahí, las supercuerdas que los forman, o los universos burbuja, o los ...
De lo que se trata es de ver cómo el ir profundizando sobre lo que en inicio no era tema, lo no tematizable, nos hace perder el rumbo hacia el conocimiento al que queríamos llegar -véase, el qué es el Universo, y el cómo hemos llegado aquí-.
No digo que no sea el camino correcto, el de analizar todo lo que constituye el Universo tal y como es, pero lo que sí es cierto es que tanto malabar y tergiversaciones matemáticas no aparentan ser sino parches, apaños, para salvar un modelo físico como es el de la cuántica.
* La validación científica de estos conceptos, ideas y particulas, ¿en qué consiste? ¿Consiste en buscar aquello que debe estar ahí o consiste en que interpretar aquello que está ahí adecuándolo a nuevas teorías o modelos físicos? Es decir, ¿se trata de formular aquello que lógicamente podamos decir sobre en qué consiste todo lo que vemos-sentimos? (a nivel sensorial, ahora), o se trata de hacer malabares matemáticos para hacer que lo que hay sea casualmente la constante o la ley que estábamos buscando (aunque por ello tengamos que inventar-imaginar 7 universos plegados más aparte de los 4 conocidos previamente)?
Así pues, rozando terrenos pantanosos del en qué consiste conocer, ambos autores se aventuran en una especie de historiología del conocer científico (citando, en un falaz e hipócrita modo, como es habitual, el caso del origen mítico del universo, del cual, como veremos, no se dista tanto en los modelos actuales) en que, por el momento, lo que queda claro, es que es necesariamente incierto. El punto inicial que se plantea como juicio a priori del asunto es que, en base al principio de indeterminación de Heisenberg en 1927, no podemos conocerlo todo con exactitud, determinísticamente.
Esto no tan sólo implica que las partículas, en su movimiento, no tienen asociada una trayectoria definida como lo tienen en la física newtoniana -que se desprende directamente de la formulación de Heisenberg, sino que, en general, uno ya no puede hacer física determinísticamente.
Resumiendo, que a lo que debe cernirse la investigación física de hoy día no es sino un cálculo probabilístico de las distintas posibles versiones de universo y/o leyes físicas que a cada una de las posibilidades pueda tocar.
A mi modo de ver, quizá demasiado inexperto en el campo de la física teórica -y más, de la mecánica cuántica en electromagnetismo, nuclear débil, fuerte y/o ... gravedad-, se ha olvidado el leitmotiv, el camino, de lo que la física tenía que ser. Si bien es cierto que los modelos matemáticos empiezan a cuadrar a niveles mucho más elevados (en especial tratándose de momentos de singularidad, como el Big Bang, o inflación, que de éste se deriva) que los de la física Newtoniana (añado ya Einstein y su "Una nueva determinación de las dimensiones moleculares" a la historia más contemporánea del asunto de la física actual), parece que el destino al que los físicos ansiaban llegar ha sido olvidado.
Me refiero a que la voluntad inicial, la de explicar el universo en clave humana, en clave de la Razón, se diluye en pro de que las fórmulas matemáticas puedan cuadrar, puedan ser válidas y legítimas -en clave meramente matemática-. Del juicio sintético, de génesis, tendemos a lo analítico, pero eso no es lo importante.
Como ocurre con Kant, en su análisis sobre qué es el conocimiento y cómo uno puede conocer, existe una tendencia en tematizar los criterios según los cuales uno conoce, lo metacognoscitivo (los llamados, en la Crítica de la Razón Pura, juicios sintéticos a priori), alejándose de la primordial pregunta del conocimiento en sí. Se entra -como ocurre con la física actual, a mi modo de ver- en una espiral infinita, siempre repetible, de en qué consiste aquello en lo que consiste aquello que es aquello en lo que consiste... (etc) ... el universo (o el conocer, en general).
Y después de las fuerzas -las leyes de la naturaleza (que tan bien describen lo que ocurre en nuestro mundo, en el mundo más terrenal y sin irnos a terrenos microscópicos, infratómicos, o terrenos macroscópicos, supraestelares- uno se va a determinar qué son los átomos; de ahí uno se encuentra (teóricamente, y ya de forma experimentalmente validada*NOTA...) los quarks, y de ahí, las supercuerdas que los forman, o los universos burbuja, o los ...
De lo que se trata es de ver cómo el ir profundizando sobre lo que en inicio no era tema, lo no tematizable, nos hace perder el rumbo hacia el conocimiento al que queríamos llegar -véase, el qué es el Universo, y el cómo hemos llegado aquí-.
No digo que no sea el camino correcto, el de analizar todo lo que constituye el Universo tal y como es, pero lo que sí es cierto es que tanto malabar y tergiversaciones matemáticas no aparentan ser sino parches, apaños, para salvar un modelo físico como es el de la cuántica.
* La validación científica de estos conceptos, ideas y particulas, ¿en qué consiste? ¿Consiste en buscar aquello que debe estar ahí o consiste en que interpretar aquello que está ahí adecuándolo a nuevas teorías o modelos físicos? Es decir, ¿se trata de formular aquello que lógicamente podamos decir sobre en qué consiste todo lo que vemos-sentimos? (a nivel sensorial, ahora), o se trata de hacer malabares matemáticos para hacer que lo que hay sea casualmente la constante o la ley que estábamos buscando (aunque por ello tengamos que inventar-imaginar 7 universos plegados más aparte de los 4 conocidos previamente)?
Sobre cuántica y conocimiento, Àngel Menargues, 2010.
Ue! Per fi un article del teu blog que puc entendre! :D
ResponderEliminarBueno jo no estic molt d'acord en que la matemàtica serveixi només en els estats més purs de la física. En la situació actual, lo més simple és calculable. És en les situacions més precises que la nostra matemàtica humana no pot calcular res.
Vaja que la nostra matemàtica és un "punto gordo" de la realitat física. En aquest sentit la física ja té que començar a fugir d'ella.
Per bé que estic d'acord en que això ens allunya de la ciència i que tornem de nou en la mitologia. Però pot ser un bon trànsit a una ciència millor.
Ale una abraçada nano!
Diu S., Weinberg, un físic de Hardvard, en un llibre seu sobre els origens de l’únivers;
ResponderEliminar“En el Nuevo Edda, una colección de mitos nórdicos compilada aproximadamente en 1220 por el magnante islandés Snorri Sturleson, se explica el origen del Universo. En el origen, dice el Edda, no había nada en absoluto. No había Tierra, ni Cielo por encima de ella; había un gran Abismo, y en ninguna parte había hierba.” Al norte y al sur de esa nada había regiones de hielo y fuego, Niflheim i Muspelheim. El calor de Muspelheim fundió parte del hielo de Niflheim y de las gotas del líquido surgió un gigante, Ymer. ¿Qué comía Ymer? Al parecer, había también una vaca, Audhumla. Y qué comía ésta? Pues bien, había asimismo un poco de sal. Y así sucesivamente.”
A això, en Weinberg diu, “No quiero ofender la sensibilidad religiosa, ni siquiera la de los vikingos, pero considero justo decir que éste no es un cuadro muy satisfactorio del origen del Universo. Aun dejando de lado todas las objeciones que pueden hacerse a lo que se sabe de oídas, el relato plantea tantos problemas como los que responde, y cada respuesta exige dar mayor complicación a las condiciones iniciales.”
Crec que es tracta, en el fons, també d’aquest el problema de la física en el moment actual. Cada resposta genera nous dubtes, i cada dubte en genera molts d’altres, en una successió que no sembla tenir final. Amb tot, no crec, o no estic segura de creure, que aquest fet sigui sinònim d’haver abandonat el camí vertader de la ciència, això és, el de buscar respostes, l’intentar explicar. Darrera de cada pregunta, darrera de cada resposta, hi ha també nous dubtes, és cert, però rera cada dubte hi ha també l’èsser humà que es pregunta per aquests, que sent curiositat i que s’esforça a arribar a una fita que, com amb la paradoxa d’Aquil·les i la tortuga, acaba dividint allò que semblava un espai finit en un conjunt infinit de punts, cadascun dels quals és al seu torn també infinitament divisible. Desconec si Aquil·les es deuria perdre en la seva cursa, però crec que la idea és que no, que la fita última, l’objectiu, la tortuga, el coneixement del tot en el cas que ens ocupa, sempre romanien allà, de fons, tot i que els separava un infinit exponencial de divisibilitat.
Respondre a la pregunta pels nostres origens, pels de l’univers, és algo que ens interessa, en general. Aventuraria a dir que, en tant que espècie, ens interessa més i tot que la física mateixa, ja que rera aquesta pregunta pels origens s’hi amaguen també profundes inquietuds religioses, sobre si hi ha un déu, sobre si hi ha lloc per un déu tal i, sobre què hem vingut a fer aquí si és que hem vingut a fer-hi alguna cosa o per contra, tot plegat és tan nihilista com podria semblar d’antuvi.
ResponderEliminarCrec que si la física existeix és precisament perquè aquestes inquietuds formen part de nosaltres mateixos. Potser no és que l’univers estigui escrit en caracters matemàtics, com afirmà Galileu, sino que és l’home el que de fet està escrit en sí mateix en caràcters matemàtics i es serveix d’aquests com el seu més poderós instrument especulatiu (com una mena de “pròtesi” al llenguatge comú, però un llenguatge també, al cap i a la fi). Llegia sobre aquest exemple que aportava Weinberg i no he pogut evitar aturar-me un segon més llarg del compte sobre la paraula “abisme” i pensar en els mites mesopotàmics i grecs. Són idees fruit de cultures separades, o unides potser per fils invisibles de transmissió de coneixements que han fet circular les mateixes idees d’una banda a l’altre del planeta. Els instruments de què se serveix el mite per a explicar aquest “per què” són diferents als que utilitza la ciència. Hi ha diferències, és evident, però també hi ha trets comuns, actituds de fons que són les mateixes. Potser el que fa la física és parlar d’aquest abisme que apareix comunament en tots els mites, intentar definir què és aquella cosa obscura i misteriosa de la qual sembla procedir el tot, com una mena de conceptualització simbòlica sobre allò del qual no en tenim ni la més remota idea.
Potser aquest abisme, aquest “moment anterior” sigui un no-èsser o un ésser, en el sentit parmenidià-aristotèlic (si és que del no-èsser no pot provenir l’èsser, etc.). O potser simplement no és ni una cosa ni l’altra, perquè la conceptualització actual que fem d’aquest “alguna cosa” és posterior a l’origen de totes aquestes paraules que utilitzem nosaltres, els humans del segle XXI, per a pensar, per a intentar explicar, i que no hem inventat nosaltres pròpiament, ja que són d’un origen més antic que tota aquesta ciència que tracta de definir aquesta realitat que, quan van ser creades (les paraules, em refereixo) era totalment impensable. Potser sigui per aquest motiu tan difícil pensar en tot això, creure’ns-ho, vull dir. Les nostres estructures mentals, el nostre pensament, el nostre llenguatge, és deutor d’una tradició molt anterior a totes aquestes teories físiques modernes que s’esforcen a esgarrapar, sense atrapar-la, el sentit profund de la realitat de l’univers.
Potser sigui una paradoxa del mode de coneixement humà el fet que, per a aprendre, necessitem acumular coneixements, però que aquests coneixements, a l’hora, sovint es converteixen en prejudicis que no ens deixen avançar més enllà. Potser, efectívament, el desenvolupament d’una teoria tal que unifiqui les teories actuals de la física, una teoria M, requereixi d’un nou llenguatge matemàtic, deslliurat de tots aquests entrebancs, heureus potser de la seva pròpia història amb que ensopega l’actual matemàtica.
una abraçada quàntica per vosté, senyor Àngel :)