12/3/11

¿Cómo explicar el arte a una liebre muerta?





"Todos aquellos que miran desde fuera cómo paseo mi cojera por entre los cuadros mientras te abrazo piensan que soy yo el que te está explicando las obras de arte. Lo que no saben es que lo que te pido es que me las expliques tú a mí.

O al menos esperaba que me las explicaras antes de morir. Ahora ya sé que es imposible. Decía Schiller que la belleza es el camino de la libertad. Quizá sea eso lo único que importa, que creemos algo bello para llegar a ser libres. Que ampliemos el concepto de arte para que esto también sea arte. Que dejemos de mirar los cuadros y miremos la vida, el susurro, la naturaleza, la muerte, lo sagrado. No puedo pedirle lo mismo a un perro, a un gato o a un caballo: el hombre les ha arrebatado su dignidad, su albedrío, lo que tienen de bello, lo que tienen de libre. Sería imposible que ellos me explicaran el arte, ni yo a ellos.

Como probablemente es imposible que todos los que miran disfruten o expliquen lo que hago aquí dentro, chorreando oro, grasa y miel. Pero tú eres la liebre, el conejo loco de Lewis Carroll que corretea y siempre llega tarde, y me agarro a ti como el que se agarra al cordón umbilical temiendo el tijeretazo definitivo. Tú me unes a la naturaleza, aunque ya estés muerta. O precisamente por eso. Tú, que eres pura energía, que eres (o eras) pura vitalidad, que eres sobrehumana, que estás más cerca de lo divino, de lo sagrado, me dices más sobre el arte muerta que lo que yo te pueda decir a ti vivo. En ti está lo frágil, lo bello, lo delicado, lo sensual. Eres la naturaleza que muere y renace cada abril.

Elliot dijo: “Abril es el mes más cruel, hace brotar lilas del interior de la tierra muerta, mezcla la memoria y el deseo, estremece las raíces marchitas con lluvia de primavera” . Abril hará brotar lilas del interior de tu vientre putrefacto.

Se preguntan “¿qué le estará diciendo?” ¿por qué le explica los cuadros a una liebre muerta?”.

Les respondo: porque lo va a entender mejor, porque sois como los perros domesticados que mueven el rabo para saludar al que les da de comer. Porque os reís y me insultáis, incapaces de ver vuestra propia babeante estupidez. Vuestra vida anodina, tan lejos de lo bello. Vuestra vida de perros. Jamás podréis llegar a ser como una liebre muerta. Porque no sois capaces de ver que la obra de arte es la liebre, mi susurro, mi cojera y vosotros mirando."





Lo que Beuys dijera a la liebre podría acabar dando igual. Fueron aquellos que expectantes de entender, de comprender por qué motivo tal personaje como Beuys estaba haciendo lo que hacía, sintiéndose incapaces de racionar ni lo más mínimo posible, los que hacían de la situación obra de arte. Siendo el público el que convertía la escena en obra, en observación, inquietud y parálisis de duda, el artista tan sólo activaba la reactiva estupefacción ante aquello que, a primera vista, era el tema de la obra, el explicar arte a una liebre muerta. Lo que le dijera a la liebre quedaría entre él y la liebre, aun el posterior relato de Beuys en sus escritos. ¿Le dijo esto o quedaría lo dicho en secreto eterno?




Cómo explicar el arte moderno a una liebre muerta, Joseph Beuys, 1965.

Gravitación Gili III, Eduardo Chillida, 1979.

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