18/10/11

La interpretación histórica


"El análisis penetra hasta lo más vivo de una serie de batallas y asume por sí mismo las características de una lucha. Lucha contra la tentación de conjurar enfermedades, de 'curar', lucha contra sus propios instrumentos, lucha contra la contemplación. Todo análisis será, pues, provisional: todo análisis sólo espera comprobar los efectos que produce para cambiarse, inmediatamente, en razón de las alteraciones ocurridas. Las certezas que presenta la historia las interpretamos como obstáculos que apartar: no son más que las defensas o barreras que esconden la realidad de la escritura histórica. Una escritura que incorpora la duda: una 'historia veraz' no es la que se arrebuja en indiscutibles 'pruebas filológicas', sino la que reconoce su propia arbitrariedad, la que se reconoce como 'edificio inseguro' ".




Hace un tiempo leí y reescribí esta cita, con tal de ofrecerla aquí en el blog. Lo que me fascinó del fragmento es que quizá cómo propone Tafuri entender el análisis e interpretación histórica, una de las más lúcidas versiones que haya leído al respecto.

Intentar entender otro sistema de categorías que, por mucho que igualmente humano, social, se aleje de nuestros días, no es tarea fácil. Ya se habló en otras ocasiones (ver "De la Traducción, parte I, parte II, parte III) acerca del abismo lingüístico que podía existir entre distintas épocas y lenguas. Aquí damos un paso más allá, e intentaremos tratar de hablar de la capacidad o carácter de esta voluntad o sentimiento de interpretar, de intentar entender aquello de "nosotros mismos" que se nos presenta ignoto. Dice Tafuri que toda interpretación es perecedera. No por falsa, o errónea, sino por que toda interpretación varía el conocimiento sobre un tema de tal forma que el replanteamiento mismo necesita volver a hacer preguntas, a reestructurarse. Toda interpretación es una sacudida del conocimieto previo sobre un tema, pero tal sacudida no hace sino traer a la luz nuevas cuestiones, nuevas dudas. Toda interpretación, pues, necesita ser superada por otra. Toda pregunta resuelta, solucionada, acerca de cualquier constatación (o hipótesis) histórica hace que el campo entero sobre el cuál ésta preguntaba mute, se transforme. Así pues, todo conocimiento específico sobre el tema se postra a ser de potencialmente revisado, una vez y otra, interpretación tras interpretación.

Aun así, dando condición de permanencia al carácter de cambio de las interpretaciones enfatizamos su dudabilidad. El carácter en sí perecedero de toda interpretación añade empiricidad e inseguridad a lo firme que pudiera tener cualquier constatación histórica. Ya no porque sea o no más fidedigna a lo que nuestra capacidad de juzgar otros tiempos asegure, sino porque todo juicio será revisado y cuestionado por sí mismo, y caerá por él mismo, a un nuevo modo de ver. Lo que uno debe tener en cuenta, pues, es, dado por hecho previamente que todo juicio o elucubración acerca de la historia es inefablemente un edificio inseguro, titubeante, que no hay edificio en la historia que no se erija de sus propias ruinas, de sus previas interpretaciones (...algo tiene que desmoronarse para entender de una nueva forma lo mismo, ¿no?). No hay construcción posible en algún lugar sin ruinas, en el llano sin materiales. Toda interpretación nueva rompe, desgaja, lo preexistente. Pero sólo puede reconsituirse, rehacerse, desde ella. Mediante ella. No hay otra forma.




Entrevista,
Manfredo Tafuri, [...].

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