25/4/09

La página en blanco


Suele ocurrir a menudo que, en el ámbito de lo creado, del 'crear' mismo, haya inserida (quizá provinentes de la bohemia parisina o de la forja algo antes de las vanguardias de la figura del 'artista' como la entendemos) un cierto escalofrío, una especie de miedo hacia lo desconocido (cuya condición inherente, en tanto que arte, es la de ser desconocido, a priori en cualquier sentido posible y a posteriori si nos regimos a lo que sería una lectura eminentemente kantiana del arte).

Este miedo hacia lo desconocido, hacia el blanco del papel, sería otra forma de horror vacui, que, sin duda, poco tiene que ver con ciertos momentos de arte modernista, barroco, rococó, árabe, o, yendo más atrás, vikingo o helenístico. Este miedo pasa por el considerar la obra de arte como un proceso limitado en el tiempo y en el espacio. Es decir, con un principio, comienzo, y con un final. Y el tener propia consciencia de que algo 'tenga que' ser empezado asusta. Y asusta precisamente por ser aquello que, en tanto que arte, no puede ser exclusivamente conocido de antemano (pues no hablaríamos propiamente de creación), mas tampoco puede ser totalmente desconocido, puesto que, por otro lado, el artista se encontraría ante la imposibilidad de crear.

De aquí podríamos dejar entrever el que, esta imposibilidad de crear sin ningún sustrato como base, viene a ser lo mismo que se ha ido ya comentando en los inicios de este blog: el que, no puede ser sino de un contraste de algo respecto algo otro, de una posibilidad de lo ente ante otra, de allí donde surja la creación.

Dicho en otras palabras, la brecha, el surco que Hesíodo plantea como base o sustrato para la creación de todo lo que hay, de todo lo ente -el
Χάος (kaos)- no es sino el mismo momento turbio, inestable y necesariamente no-cognoscible que ocurre con la creación de la obra de arte. Es decir, que del que 'al principio sólo fuera el caos', entendido no como desordenado si no como esa brecha de la que surge la materia (primogénea de la que se puede hacer todo el universo) no puede ser tan distinto de cómo, de la aparente nada, puede surgir el uno de la obra de arte.

¿Miedo, terror, a la página en blanco? Quizá como Oteiza, yo me decantaría por el que sea justo allí donde es posible cierta felicidad ante la inherente humanidad del 'crear'.

Os dejo con estas palabras del escultor - poeta vasco Jorge Oteiza.








"Lo que me interesa es la escritura poética.
Protegerme en un pedazo de papel.

Recuerdo cuando Mallarmé, creo que era Mallarmé y poetas que han sido de Mallarmé hablan con terror de la página en blanco cuando se ponen a pensar o a escribir.
¡Con terror a la página en blanco!

¡Yo la única felicidad que tengo es cuando veo la página en blanco!

Y dejo dos palabras, tres, empiezo a combinarlas… lo mismo que he hecho en escultura. Combinaciones binarias, ternarias, metáforas, … surge todo, yo soy feliz
¿Quién ha hablado de este horror a la página en blanco? ¡Es el único sitio donde me siento feliz!



La escritura poética, que es el lenguaje más barato, más fácil, más feliz, donde basta una sola cuartilla, coloco unas palabras y espero.

noté
que de mis últimas esculturas
salían palabras
sentí que era el final
aquí pasé
de mi lenguaje de escultura
lento y caro
a esta economía de lenguaje
no hay nadie
en este papel en blanco
no hay nadie pero
llamo en este papel
pongo unas palabras
en este papel
y espero"



Escritos, Jorge Oteiza

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