29/3/11

El arte, vinculador de lo ente


"Un edificio, un templo griego, no copia nada. Simplemente está ahí, se alza en medio de un escarpado valle rocoso. El edificio rodea y encierra la figura del dios y dentro de su oculto asilo deja que ésta se proyecte por todo el recinto sagrado a través del abierto peristilo. Gracias al templo, el dios se presenta en el templo. Esta presencia del dios es en sí misma la extensión y la delimitación del recinto como tal recinto sagrado. Pero el templo y su recinto no se pierden flotando en lo indefinido. Por el contrario, la obra-templo es la que articula y reúne a su alrededor la unidad de todas esas vías y relaciones en las que nacimiento y muerte, desgracia y dicha, victoria y derrota, permanencia y destrucción, conquistan para el ser humano la figura de su destino. La reinante amplitud de estas relaciones abiertas es el mundo de este pueblo histórico; sólo a partir de ella y en ella vuelve a encontrarse a sí mismo para cumplir su destino.

Allí alzado, el templo reposa sobre su base rocosa. Al reposar sobre la roca, la obra extrae de ella la oscuridad encerrada en su soporte informe y no forzado a nada. Allí alzado, el edificio aguanta firmemente la tormenta que se desencadena sobre su techo y así es como hace destacar su violencia. El brillo y la luminosidad de la piedra, aparentemente una gracia del sol, son los que hacen que se torne patente la luz del día, la amplitud del cielo, la oscuridad de la noche. Su seguro alzarse es el que hace visible el invisible espacio del aire. Lo inamovible de la obra contrasta con las olas marinas y es la serenidad de aquélla la que pone en evidencia la furia de éstas. El árbol y la hierba, el águila y el toro, la serpiente y el grillo sólo adquieren de este modo su figura más destacada y aparecen como aquello que son. Esta aparición y surgimiento mismos y en su totalidad, es lo que los griegos llamaron muy tempranamente physis. La physis ilumina al mismo tiempo aquello sobre y en lo que el ser humano funda su morada. Nosotros lo llamamos tierra. De lo que dice esta palabra hay que eliminar tanto la representación de una masa material sedimentada en capas como la puramente astronómica, que la ve como un planeta. La tierra es aquello en donde el surgimiento vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal. En eso que surge, la tierra se presenta como aquello que acoge.

La obra templo, ahí alzada, abre un mundo y al mismo tiempo lo vuelve a situar sobre la tierra, que sólo a partir de ese momento aparece como suelo natal. Los hombres y los animales, las plantas y las cosas, nunca se dan ni se conocen como objetos inmutables para después proporcionarle un marco adecuado a ese templo que un buen día viene a sumarse a todo lo presente. Estaremos más cerca de aquello que es si pensamos todo a la inversa, a condición, claro está, de que estemos preparados previamente para ver cómo se vuelve todo hacia nosotros de otra manera. Porque pensar desde la perspectiva inversa, sólo por hacerlo, no aporta nada.

Es el templo, por el mero hecho de alzarse ahí en permanencia, el que le da a las cosas su aspecto y a los hombres la visión de sí mismos."




Hacía tiempo que tenía en mente ofrecer este fragmento; lo leí hace años en la escuela. Y lo tuve aparcado, quizás habiéndolo releído un par de veces, hasta hace unos días. ¿En qué consiste, lo arquitectónico, como ente, para Heidegger? Más que intentar desgranar lo que con todo esto quiere decirnos o no; ¿qué os sugiere? ¿No sitúa el vínculo entre lo ente más allá del mero estar ahí? ¿No se convierte en algo esencial para comprender? Lo que no plantea Heidegger es si el hecho de que tal o cual objeto situado (situable) en cierto lugar y tiempo concretos sea lo que genere vínculos, genere el espacio dado. Es la obra de arte, su presencia. La obra sitúa al hombre. Y a la cosa. Y al mundo. La obra de arte sacude, pero vuelve a ordenar. Desajusta, pero con la excusa de ser capaz de reagrupar lo que había, lo ente, de otro modo. La obra desbarata para plantear un nuevo orden.

¿Qué sentido tiene hablar del edificio (templo en este caso, οίκος) como copia, como repetición de un patrón de proporciones dado, aun habiéndose éste alterado levemente a lo largo de los siglos? ¡Si tan sólo es génesis! Da al lugar su ser. Su nueva apariencia, constitución (lo que diríamos, su φύσις, el brotar como algo profundo, la condición esencial de lo ente, en su virtud más íntima), viene dada por su nuevo patrón de relaciones y orden según -en base a- la obra de arte. Lo articula todo, de nuevo. Desesquematiza y reúne. Quizá con los mismos ojos, quizá con otros.




El origen de la obra de arte (Vom Ursprung des Kunstwerkes), la obra y la verdad, § 9-12,
M. Heidegger, 1935-36; traducida por A. Leyte en Caminos de bosque, 1996.

1 comentario:

  1. Estupendo fargmento heideggeriano.
    Me ha hecho pensar en los templos egipcios; cuando estuve en Egipto hará ya unos cuantos años, una de las cosas que más me impresionó fue esa manera en que lo moderno y lo milenario parecían convivir sin molestarse. Para mi, visitante ocasional de aquél país, había claramente una discontinuidad entre aquellos templos y el momento actual; eran antigüedad pura, aunque hubieran sido restaurados tal vez, pero algo lejano y remoto, escindido de la modernidad; para los pobladores modernos de la tierra de Egipto, en cambio, parecía existir una continuidad entre aquellas obras que simplemente “habían estado siempre ahí”, constituyendo algo normal y cotidiano, lejano en el tiempo, pero al mismo tiempo actual y presente. En ocasiones, incluso vi a algun poblador local haciendo la siesta a los pies de algún coloso de la época de los faraones. Yo sólo alcanzaba a contemplar aquella obra con distancia y veneración, con el respeto que infunde lo antiguo y colosal, lo sagrado y remoto.
    Creo que hay algo de importante en este cambio de perspectiva, un cambio en la meta-significación del objeto que precisamente remite a ese ser-ahí heideggeriano, a ese Da-sein que es también el culpable, la causa y origen de todas esas leyendas y historias que emanan del templo (griego o egipcio, tanto da). La causa de que no pueda hablarse de copia es precisamente una y la misma, algo que, como bien dices, situa a tales entes más allá del mero estar ahí. Me pregunto entonces, si es que la relación entre el edificio y el lugar no será entonces dialéctica. ¿Cabe preguntarse por el edificio sin hablar del hombre que lo admira y mora? ¿Se puede hacer sin hablar del mismo proceso a la inversa?

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