25/12/09

El decir de ayer


Este blog sigue en relación directa al anterior, y el fragmento de texto adjunto, se posiciona por comparación y contradicción al anterior. Sin éste, la comparación queda coja y desequilibrada.

Lo que en este lado de la balanza conscierne, en interés, en relación al lenguaje y, más profundamente, a la esencia de éste y al modo de ver el mundo desde uno u otro lenguaje (¿Cómo vemos, sino, el mundo, si no es a través de nuestra estructura lingüística mediante la cual ordenamos, categorizamos y jerarquizamos?) es algo claro, indudable e indiscutible.

Pero hay algo más que querría comentar al respecto de esta 'nebulosa polisémica', 'constelación semántica', de los sumerogramas, de cada uno de los signos de escritura cuneiforme y sus múltiples y varios significados.

¿No es así, como, en realidad, funciona nuestra mente? Es decir; ¿no es a partir del relacionar una cosa con otra, un sentir con otro, un pensar con otro, el proceso desde el cual nos es más fácil y directo pensar, sentir, hacer? ¿No tiene ello lo más básico, lo estructuralmente más sencillo y primario, del 'cómo vemos y entendemos el mundo'? Porque, a decir verdad, todo el perifollaje estrafalario que a veces requerimos, a nivel lingüístico, para expresar una relación entre una idea y otra a partir de metáforas, segundos sentidos, cuestiones indirectas, ... no son la posibilidad -con todas las diferencias habidas y por haber, no lo dudemos- permitida por esa riqueza semántica en 'nebulosa', en 'constelación' de los lenguajes de la antigua Mesopotamia?

Me refiero a que considero que del hecho de que pudieran haber tantísimos significados vinculados a cada signo, parece como si se pudiera desprender más directamente el que, en el momento en que quiere decirse un "algo", un significado concreto, puedae seguir yaciendo como base la omnipresencia de todos los otros significados no ajenos al nombre, al signo.

El que, al leer -por ejemplo- una idea, pudieran estar presentes al mismo tiempo y espacio, todo el conjunto (o todo un conjunto) de ideas relativas, parecidas, que nos evoquen a otros campos, pero vinculadas o próximas a la idea que principalmente queremos sugerir... ¿No se parece esto -a veces- a los procesos que utilizamos para intentar entender el mundo, el arte, lo que desconocemos...?





"No era así, en absoluto, entre los antiguos mesopotámicos. Recordemos no solamente que ellos crearon su escritura (y quizás, simplemente, la escritura), sino que el primer estadio de ésta, la primera forma que tomó al nacer, fue la pictografía. Pero, la pictografía no era una escritura de palabras, ya que ignoraba, como tal, todo fonetismo, sino una escritura de cosas. Transcribía directamente estas últimas mediante croquis o figuras convencionales que eran, igualmente, cosas, ya que, directamente o no, los objetos materiales eran reconocibles en ellas. Incluso después de la invención del fonetismo, es decir, de la posibilidad de despojar a esos croquis de su significación objetiva para fijarlos en el puro agrupamiento de fonemas que constituían el pronunciado de la cosa en la lengua habitual, el sistema cuneiforme jamás abandonó sus hábitos originales y básicos de referencia inmediata a las cosas; e incluso sus fonogramas nunca perdieron de vista que no eran, a fin de cuentas, sino pictogramas despojados de su contenido objetivo, en beneficio únicamente de su valor fonético, que podían, por lo demás, reencontrar en cualquier momento, como lo demuestra elocuentemente el "análisis lógico" de los "nombres" [...].

He aquí por qué, respecto a los antiguos letrados de Mesopotamia, la escritura era radicalmente concreta y realista: lo que se escribía, no era, en absoluto, la palabra, el nombre pronunciado de la cosa, sino la cosa en sí misma, provista de un nombre, ciertamente, pero inseparable de ella, confundido con ella, como acabamos de recordar. Y ese nombre escrito, similar a la cosa, constituía un dato material, concreto, másico, comparable a una sustancia de la que cada porción, aunque fuera la más pequeña, contenía todas las virtudes del conjunto, como el más pequeño grano de sal tiene todas las propiedades del bloque más pesado. También se le podía explotar, tanto como a la propia cosa: escrutarlo como a ella, analizarlo, reducirlo a sus elementos, y hacer así surgir de alguna manera todo cuanto tenía de realidad y de inteligibilidad de la cosa.

Las operaciones mentales, mediante las cuales se efectuaban estos análisis, estos exámenes, estos progresos en el conocimiento, estos "razonamientos (como se les piede llamar) por términos intermedios" que permiten pasar, de un mismo sumerograma escrito, a diversos sentidos cercanos, cuyo cúmulo enriquecía el conocimiento del sujeto del nombre, no pueden ser igualmente admitidas, comprendidas, juzgadas no absurdas, no puede ser percibida su racionalidad, más que si se las coloca en la misma perspectiva realista de la escritura. La plurivalencia de los signos, su polisemia, como dicen los lingüistas, se remonta, en efecto, a la pictografía original, como se ha recordado anteriormente, y a la obligación de constituir alrededor de cada uno toda una "constelación semántica" fundada, una vez más, en las propias cosas y sus interrelaciones, reales o imaginarias."




Escritura y dialéctica, o progreso del conocimiento; Mésopotamie. L'écriture, la raison et les dieux, Jean Bottéro, 1987.

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